Francisco y los nuevos cardenales atravesaron el pasillo central de la basílica con vestiduras moradas, el color característico del Adviento que iniciaba con esa ceremonia.
La pandemia deslució lo que debería ser una celebración alegre y en total los participantes no superaron los 200.
En su homilía Francisco retomó las advertencias y consejos a los nuevos cardenales. Dijo que un cristiano debe vigilar para no caer en la tentación de perseguir la fama.
FRANCISCO
Si se nos espera en el Cielo, ¿por qué vivir de pretensiones terrenas? ¿Para qué fatigarse por un poco de dinero, de fama, de éxito, todas cosas pasajeras? ¿Para qué buscar padrinos que nos ayuden a ascender y hacer carrera? Todo pasa.
El Papa también recordó el peligro de no pensar en los demás ni ayudarles. Dijo que el egoísta se queda siempre solo, a merced de la queja y de teorías complotistas.
FRANCISCO
Pronto se empieza a quejarse por todo, después uno se siente víctima de todos y al final se cae en el complotismo. Quejas, sentirse víctima y complots. Es una cadena.
El Papa propuso dos remedios: el primero, la oración. Dijo que es como el respirar del alma, imprescindible.
En segundo lugar recomendó vivir con intensidad la caridad con el prójimo.
La ceremonia no incluyó procesión de las ofrendas y fue más breve de lo habitual.
Todos los participantes llevaron la mascarilla y mantuvieron las distancias.
Y Francisco concluyó con este gesto, que ya ha convertido casi en una costumbre de la pandemia.
Javier Romero