Después de muchos meses, el Papa volvió a encontrarse con sus peregrinos favoritos: los más pequeños.
Además, en esta ocasión, sus invitados eran los usuarios de un centro para niños con autismo. Vinieron desde Austria y algunos, como esta niña, demostraron sentirse como en casa.
El centro se llama Sonnenschein, lo que significa “el brillo del sol”. El Papa les explicó que ese nombre le evocaba un prado bañado por la luz del sol, lleno de flores y que esas flores eran, precisamente, cada uno de ellos. Cada uno hermoso, único y especial, como lo son las flores.
FRANCISCO
“También cada uno de nosotros es hermoso a los ojos de Dios y Él nos quiere mucho. Esto nos hace sentir la necesidad de decir a Dios: “¡gracias!””.
El Papa les habló de una forma muy sencilla, pero muy profunda. Les dijo que también pueden rezar a Jesús para pedir cosas.
FRANCISCO
“Por ejemplo: “Buen Jesús, ¿podrías ayudar a mamá y a papa en sus trabajos?, ¿podrías aliviar un poco a la abuela que está enferma?, ¿podrías ayudar a los niños de todo el mundo que no tienen qué comer? O quizá: “Jesús, te pido que ayudes al Papa a guiar bien la Iglesia”. Si pedis con fe, el Señor os escucha de verdad”.
Por último, Francisco dio las gracias a los padres y educadores por su labor con estos niños e impartió a todos ellos la bendición en alemán.
AC