Martín Lasarte fue misionero salesiano en Angola, donde a inicios del año 2000 terminó una guerra civil de casi 30 años. El conflicto llegó a su fin pero los caminos aún estaban sembrados de minas que costaba tiempo y dinero eliminar.
MARTÍN LASARTE
Provincial de los salesianos en Angola
“Meter una mina cuesta 6 dólares. Sacarla 5.000. Un director de una misión, llevando a sus catequistas tomó una mina y su jeep saltó por los aires. Tuvo que recibir mucha cirujía y se salvó la vida”.
El misionero recuerda cómo tuvo que pasar por campos minados al intentar atender los 90.000 kilómetros cuadrados que ocupaba su parroquia.
MARTÍN LASARTE
Provincial de los salesianos en Angola
“Yo tenía un GPS humano. Se llamaba Lino. Un exmilitar de la guerrilla. Y me decía: 'Padre, por este camino no conviene ir porque hicimos un servicio hace unos 6 años aquí'”.
Martín Lasarte explica que las comunidades que atendió son radicalmente distintas a las europeas o americanas. Allí las personas tienen un profundo sentido de lo religioso y el valor de la comunidad y la familia es muy importante. Esto facilita la llegada de nuevas vocaciones.
De hecho, señala que si cada año los salesianos envían entre 20 y 40 misioneros, tan solo 3 ó 4 son europeos o americanos. El resto son africanos y asiáticos.
MARTÍN LASARTE
Provincial de los salesianos en Angola
“Hay un contexto cultural profundamente religioso. En los últimos 15 años hemos enviado 150 misioneros del Vietnam para diversas partes del mundo. Amazonas, África, Europa, Estados Unidos... Es interesantísimo cómo las dinámicas misioneras van cambiando a lo largo de la historia. Yo pienso que es una gran señal de los tiempos”.
Martín Lasarte regresará ahora a Angola como provincial de los salesianos. Mientras la situación de la pandemia no le permite entrar, está trabajando en otro de los grandes retos de la misión en África: conseguir una buena formación de sus seminaristas. En otras palabras: dinero para pagarles los estudios. Porque esta es la gran paradoja de las vocaciones: abundan los recursos donde hay pocos seminaristas y escasean donde los hay en abundancia.
Javier Romero