La Iglesia libanesa ha intensificado su labor desde el instante en el que ocurrió la trágica explosión. Una tragedia que agrava la crisis económica, social y política que ya vivía el país a la que se suma la pandemia de coronavirus.
P. ZIAD HADDAD
Provincial, Misioneros Vicencianos en Oriente Medio
“Desde hace un año, cada dos meses tenemos una catástrofe. Muchos se resignan y se preguntan si el próximo mes sucederá algo peor. Ya hemos tenido en Líbano tres o cuatro. Resulta difícil sobrevivir, digo sobrevivir y no vivir. Cada vez nos sucede algo peor que lo anterior. En este momento es realmente necesario tener fe de Job”.
Este sacerdote vivió la explosión junto a sus hermanos vicencianos. Cuenta el dolor que ha significado saber que muchas personas cercanas murieron, entre ellas una hermana de la caridad a la que la explosión dio de lleno.
P. ZIAD HADDAD
Provincial, Misioneros Vicencianos en Oriente Medio
“La presión que vivió su cuerpo fue tan fuerte que la encontramos muerta. Era una religiosa que trabajaba en Líbano desde hace 30 años. Hemos perdido parroquianos, amigos, entre ellos una bebé de 3 años. Claramente, para los familiares es una catástrofe”.
En medio del dolor y el sufrimiento ha estado presente la Iglesia. El padre Haddad destaca la labor de los padres vicencianos, en coordinación con Cáritas y otras organizaciones.
P. ZIAD HADDAD
Provincial, Misioneros Vicencianos en Oriente Medio
“También es importante atender a los niños ya que muchos están traumatizados. Tenemos un psicólogo y un voluntario que nos ayudan a escuchar a estos pequeños que han vivido un trauma a raíz de esta explosión. Han sentido que se les caía la casa encima y no entienden qué ha pasado. Necesitan ayuda, acompañamiento para salir del shock”.
Cientos de voluntarios siguen volcados en llevar alimentos y ayudar a quienes lo han perdido todo. En medio de la tragedia, los libaneses están demostrando que la unión hace la fuerza.
Daniel Díaz Vizzi