El Papa prosiguió con este nuevo ciclo de reflexiones sobre los problemas que la pandemia ha puesto en evidencia o, como él los ha llamado, “las enfermedades sociales”.
En primer lugar, Francisco señaló que esta emergencia sanitaria demuestra que todos somos vulnerables y estamos interconectados.
FRANCISCO
“Si no cuidamos los unos de los otros, empezando por los últimos, por aquellos más afectados, incluso por la Creación, no podremos curar el mudo”.
El Papa diagnosticó una de estas enfermedades que se deriva del egoísmo y que es otro virus para el que el mundo también necesita una medicina.
FRANCISCO
“Una de estas es la visión distorsionada de la persona, una mirada que ignora su dignidad y su carácter relacional. A veces, miramos a los demás como objetos, objetos de usar y tirar. En realidad, este tipo de mirada ciega y fomenta una cultura del descarte individualista y agresiva que transforma al ser humano en un bien de consumo”.
Por eso, Francisco recordó que, a la luz de la fe, hemos de mirar a los demás con los ojos de Dios, sabiendo que cada hombre y cada mujer están dotados de una dignidad única en armonía con la Creación.
FRANCISCO
“Así el creyente, contemplando al prójimo como un hermano y no como un extraño, lo mira con compasión y empatía, no con desprecio o enemistad” “Queremos reconocer en cada persona, -sea cual sea su raza, lengua o condición-, la dignidad humana”.
El Papa también lamentó que se destruya la armonía creada por Dios cuando esta relación entre las personas y con la Creación se deteriora.
Por último, animó a todos los creyentes a comprometerse para combatir esta enfermedad de la indiferencia que viola la dignidad de tantos seres humanos.