Su nombre es Elena Tuccitto, durante su juventud dejó en alto el nombre de Italia en competencias mundiales de Kárate.
Pero la vida la llevó a dejar el cinturón negro por el cinturón franciscano. Actualmente Elena pertenece a la Fraternidad Franciscana de Betania.
Y aunque no lo parezca el Kárate y la vida espiritual tienen muchas cosas en común.
ELENA TUCCITTO
“Cuando combates buscas entender las emociones del otro y sus sentimientos para poder poner en práctica las estrategias adecuadas. Es la misma cosa que este itinerario espiritual, donde es fundamental la atención a las pequeñas cosas y buscar conocer a Dios y entender cómo piensa Dios”.
Elena respiró la espiritualidad franciscana desde pequeña pero su hermana con síndrome de Down fue la que la llevó a vivir su espiritualidad de un modo más fuerte.
ELENA TUCCITTO
“Siempre me estimuló a vivir los sacramentos, quería que la acompañara a Misa, a rezar el rosario. Por lo que ella fue mi intermediaria para mi encuentro con Dios”.
Reforzó su espiritualidad con la voluntad que aprendió en las competencias de Kárate, con espíritu de resiliencia.
Además de la fuerza deportiva, las prácticas de Kárate le dejaron múltiples valores a Elena, años más tarde, durante su misión en Brasil, le fue muy útil.
ELENA TUCCITTO
“Una vez entró un malintencionado que se escondió en el tanque de agua y mientras esperábamos a que la policía pudiera llegar me vi obligada a intervenir. En ese momento agradecí a Dios por la valentía que me dio, ya que esa persona podía estar armada. Pero fue fácil neutralizarlo, era más pequeño que yo. Lo tuve que sostener con fuerza, pero no le hice daño”.
Y en medio de los momentos difíciles Elena, junto a su comunidad, la Fraternidad Franciscana de Betania, no han bajado la guardia para ayudar a los más necesitados en los alrededores de la población italiana de Terlizzi.
El año pasado, garantizaron 18.540 platos de comidas y repartieron 2.081 bolsas de alimentos con lo que ayudaron a 260 familias.
ELENA TUCCITTO
“Hemos tocado con nuestras manos la realidad de que el hombre no se salva solo, la humanidad entera está viviendo una misma condición. El símbolo de la salvación es que que llevo en mi pecho, el símbolo de la Cruz, la tau”.
Elena dice que es el momento que arremangarse las mangas y reconstruir la fraternidad “con el anticuerpo de la solidaridad”, uno de los valores que ha caracterizado su vocación.
Daniel Díaz Vizzi
