Aunque no hay misa por la pandemia, los sacerdotes no están de brazos cruzados. Por ejemplo, Stefano Dubini es capellán del hospital Giovanni XXIII de Bergamo, epicentro de la pandemia.
FRAY STEFANO DUBINI
Capellán, Hospital Giovanni XXIII de Bérgamo
“A veces te paras en la puerta de la sala y bendices desde allí. Otras, te cubres completamente como los médicos o enfermeras, y te acercas a la cama, a una distancia prudente, y administras la unción de enfermos a quienes la han pedido. Nos llama un pariente o una enfermera y nos dice: Por favor, ¿puede venir?”.
Cada jueves, Fray Stefano recorre los pasillos centrales del hospital que conectan los departamentos, y desde allí bendice con la Eucaristía.
FRAY STEFANO DUBINI
Capellán, Hospital Giovanni XXIII de Bérgamo
“Cuando ven la custodia muchos se detienen, se santiguan, rezan o piden que les bendiga. Desde pacientes o visitantes hasta médicos y enfermeras. Se detienen, te miran, te vuelves hacia ellos y los bendices. Y se santiguan. Ese pudor humano por el que la fe es algo reservado, ahora se supera serenamente”.
El coronavirus obliga a cubrirse el rostro y a mirarse sólo a los ojos. Para el capellán del hospital, no es un límite sino una oportunidad.
FRAY STEFANO DUBINI
Capellán, Hospital Giovanni XXIII de Bérgamo
“En la mirada ves compasión, esperanza, fe, oración, bendición. ‘Padre, después de bendecir a esa persona, ¿nos bendice también a nosotros?’ ‘¡Claro!’ - ‘Padre, ya no aguanto más...’ - ‘¡Vamos!’, y le doy la bendición. De verdad se siente un vínculo humano fortísimo, muy estrecho. Creo que es, espero que sea, la primera piedra del mundo post-coronavirus”.
Le impresiona ver cómo colaboran los médicos y las enfermeras para sacar adelante a los pacientes y vencer el virus. Dice que esta capacidad de ir todos a una es la lección más importante para reconstruir la sociedad.