Papa en Santa Marta: En la maternidad de la Virgen vemos la maternidad de la Iglesia

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03/04/2020
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El Papa Francisco ofreció su Misa diaria, en Casa Santa Marta, por los que ayudan a combatir la pobreza y el hambre a causa de la pandemia.

Además, durante su homilía, reflexionó sobre el ejemplo de la Virgen María que “nunca pidió nada para sí misma” pero sí para los demás. “Sólo acepta ser madre”.

FRANCISCO
En la maternidad de la Virgen vemos la maternidad de la Iglesia que recibe a todos, buenos y malos: a todos. Hoy nos hará bien detenernos un poco y pensar en el dolor y las penas de Nuestra Señora. Ella es nuestra madre.

Confesó que por la tarde, cuando reza el Ángelus es bueno para él meditar los siete dolores de la Virgen “como recuerdo de la Madre de la Iglesia” y de cómo a pesar de tanto dolor ha podido darnos a luz a todos.

TEXTO DE LA HOMILÍA EN ESPAÑOL

(Fuente: Vatican News)

Este Viernes de Pasión, la Iglesia recuerda los dolores de María, Nuestra Señora de los Dolores. Desde hace siglos se cultiva esta veneración del pueblo de Dios. Se han escrito himnos en honor a Nuestra Señora de los Dolores: estaba al pie de la cruz y la contemplan allí, sufriendo. La piedad cristiana ha recogido los dolores de la Virgen y habla de los 'siete dolores'. El primero, sólo 40 días después del nacimiento de Jesús, la profecía de Simeón que habla de una espada que atravesará su corazón. El segundo dolor, se refiere a la huida a Egipto para salvar la vida de su hijo. El tercer dolor, esos tres días de angustia cuando el niño se quedó en el templo. El cuarto dolor, cuando Nuestra Señora se encuentra con Jesús en el camino al Calvario. El quinto dolor de Nuestra Señora es la muerte de Jesús, ver al Hijo allí, crucificado, desnudo, muriendo. El sexto dolor, el descenso de Jesús de la cruz, muerto, y lo toma en sus manos como lo había tomado en sus manos más de 30 años [antes] en Belén. El séptimo dolor es el entierro de Jesús. Y así, la piedad cristiana sigue este camino de Nuestra Señora que acompaña a Jesús. Es bueno para mí, por la tarde, cuando rezo del Ángelus, rezar estos siete dolores como recuerdo de la Madre de la Iglesia, cómo la Madre de la Iglesia con tanto dolor ha podido darnos a luz a todos.

La Virgen nunca pidió nada para sí misma, nunca. Sí, para los demás: pensemos en Caná, cuando va a hablar con Jesús. Nunca ha dicho: 'Soy la Madre, mírenme: soy la Reina Madre'. Ella nunca dijo eso. No pidió algo importante para ella, en el colegio apostólico. Sólo acepta ser madre. Acompañó a Jesús como discípula, porque el Evangelio muestra que siguió a Jesús: con sus amigas, mujeres piadosas, seguía a Jesús, escuchaba a Jesús. Una vez que alguien la reconoció: 'Ah, aquí está la madre', 'Tu madre está aquí'... Ella estaba siguiendo a Jesús. Hasta el Calvario. Y allí, de pie... la gente seguramente le decía: 'Pero, pobre mujer, cómo va a sufrir', y los malos seguramente dijeron: 'Pero, ella también tiene la culpa, porque si lo hubiera educado bien esto no habría terminado así'. Allí estaba, con el Hijo, con la humillación del Hijo.

Honrar a la Virgen y decir: 'Esta es mi Madre', porque ella es la Madre. Y este es el título que recibió de Jesús, justo ahí, en el momento de la Cruz. Tus hijos, tú eres Madre. No la nombró primer ministro ni le dio títulos de 'funcionalidad'. Sólo 'Madre'. Y luego, los Hechos de los Apóstoles la muestran en oración con los Apóstoles como una madre. Nuestra Señora no quiso quitarle ningún título a Jesús; recibió el don de ser su Madre y el deber de acompañarnos como Madre, de ser nuestra Madre. No pidió para sí misma ser cuasi-redentora o una co-redentora: no. El Redentor es uno solo y este título no se duplica. Sólo discípula y madre. Y así, como madre debemos pensar en ella, debemos buscarla, debemos rezarle. Ella es la Madre. En la Iglesia Madre. En la maternidad de la Virgen vemos la maternidad de la Iglesia que recibe a todos, buenos y malos: a todos.

Hoy nos hará bien detenernos un poco y pensar en el dolor y las penas de Nuestra Señora. Ella es nuestra madre. Y cómo los ha llevado, cómo los ha llevado bien, con fuerza, con llanto: no era un llanto falso, era precisamente su corazón destruido por el dolor. Nos hará bien detenernos un poco y decirle a Nuestra Señora: 'Gracias por haber aceptado ser Madre cuando el Ángel te lo dijo, y gracias por haber aceptado ser Madre cuando Jesús te lo dijo”.

Daniel Díaz Vizzi

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