Tras rezar el Ángelus del domingo, el Papa Francisco sorprendió con un gesto de cercanía a los que más sufren por la pandemia del coronavirus.
Bendijo a una Roma desierta, asomándose desde la ventana del Palacio Apostólico, ante una Plaza de San Pedro totalmente silenciosa. Una escena muy diferente a la habitual de cada domingo al mediodía.