Francisco reza por la paz de las familias que no salen de casa

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14/03/2020
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((NOTICIA SÓLO TEXTO))

PALABRAS DEL PAPA ANTES DE LA MISA

“Seguimos rezando por los enfermos de esta pandemia. Hoy quisiera pedir una oración especial por las familias, familias que de un día a otro se encuentran con los niños en casa porque las escuelas están cerradas por seguridad y tienen que manejar una situación difícil y manejarla bien, con paz y también con alegría”. 

De manera especial pienso en las familias con algunas personas con discapacidad. Los centros de atención diurna para personas con discapacidad están cerrados y la persona permanece en la familia. Recemos por las familias para que no pierdan la paz en este momento y puedan llevar adelante a toda la familia con fortaleza y alegría”.

HOMILÍA DEL PAPA EN ESPAÑOL

Francisco reflexionó sobre la Parábola del Hijo pródigo

“Esta parábola la dice Jesús en un contexto especial, todos los publicanos y pecadores se acercaban a él para escucharlo. Los fariseos y escribas murmuraban diciendo: ‘Este acoge a los pecadores y come con ellos’. Y Jesús les responde con esta parábola”. ¿Qué es lo que dicen? La gente, los pecadores se acercan en silencio, no saben que decir, pero su presencia dice muchas cosas, querían escuchar. ¿Qué dicen los doctores de la ley? Ellos critican. 'Murmuraban', dice el Evangelio, tratando de anular la autoridad que Jesús tenía con la gente. Esta es la gran acusación: “Come con los pecadores, es un impuro”.

“Esta parábola es un poco la explicación de este drama, de este problema. ¿Qué sienten estas personas? La gente siente la necesidad de salvación. La gente no sabe distinguir bien, intelectualmente: 'Necesito encontrar a mi Señor, que me llene', necesitan un guía, un pastor. Y la gente se acerca a Jesús porque ven en Él un pastor, necesitan ser ayudados para caminar en la vida. Sienten esta necesidad. Los otros, los doctores se sienten suficientes: 'Nosotros hemos ido a la universidad, he hecho un doctorado, no, dos doctorados. Sé bien, bien, lo que dice la ley; de hecho, conozco todas, todas, todas las explicaciones, todos los casos, todas las actitudes casuísticas'. Y se sienten suficientes y desprecian a la gente, desprecian a los pecadores: el desprecio por los pecadores. 

En la parábola, lo mismo, ¿qué dicen? El hijo le dice al padre: 'Dame el dinero y me iré'. El padre da, pero no dice nada porque es un padre, tal vez habría tenido el recuerdo de alguna cosa que hizo cuando era joven, pero no dice nada.

Un padre sabe sufrir en silencio. Un padre mira el tiempo. Deja pasar los malos momentos. Muchas veces la actitud de un padre es hacerse el tonto ante los fracasos de sus hijos. El otro hijo reprocha al padre: Fuiste injusto, dice un reproche. ¿Qué sienten estas personas en la parábola? El muchacho siente el deseo de comerse el mundo, de ir más allá, de salir de casa, y quizás lo vive como una prisión, y también tiene la suficiencia de decirle a su padre: Dame lo mío. Siente coraje, fuerza. ¿Qué siente el padre? El padre siente dolor, ternura y mucho amor”. Entonces cuando el hijo dice esa otra palabra: 'Me levantaré – cuando regresa sobre sí mismo – me levantaré e iré a la casa de mi padre', encuentra al padre que lo espera, lo ve de lejos. Un padre que sabe esperar los tiempos de sus hijos.

El hijo mayor se indignó, siente ese desprecio. Y tantas veces indignarse, es la única manera de sentirse digno de esas personas. 

Estas son las cosas que se dicen en este pasaje del Evangelio, las cosas que se sienten. ¿Pero cuál es el problema? El problema – empecemos con el hijo mayor – el problema es que estaba en casa, pero nunca se dio cuenta de lo que significaba vivir en casa: cumplía con sus deberes, hacía su trabajo, pero no entendía lo que era una relación de amor con el padre”. 'El hijo se indignó y no quiso entrar.' '¿No es esta mi casa ya?' ... había pensado. Lo mismo que los doctores de la ley. 'No hay orden. Este pecador vino aquí y le hicieron una fiesta. ¿Y yo qué?' El padre dice la palabra clara: 'Hijo, siempre estás conmigo y todo lo que es mío es tuyo.' Y de esto, el hijo no se dio cuenta, vivía en casa como un hotel, sin sentir esa paternidad... Muchos 'hoteleros' en la casa de la Iglesia que se creen los amos.

El padre no dice ni una palabra al hijo que vuelve del pecado, sólo lo besa, lo abraza y le hace una fiesta; a él tiene que explicárselo, entrar en su corazón: su corazón estaba blindado por sus concepciones de la paternidad, de la filiación, del modo de vivir. “Recuerdo que una vez un viejo y sabio sacerdote, un gran confesor, era un misionero, un hombre que amaba mucho la Iglesia, y hablando de un joven sacerdote que estaba muy seguro de sí mismo, muy creyente... que era un valor, que tenía derechos en la Iglesia, decía: Pero ruego por este, que el Señor le ponga una cáscara de plátano y lo haga resbalar, eso le hará bien'. Como si dijera, suena como una blasfemia: “Le hará bien pecar porque necesitará pedir perdón y encontrar al Padre”.

Esta parábola del Señor nos dice muchas cosas, es la respuesta a los que le criticaban porque iba con los pecadores. Pero también muchos hoy en día critican a la gente de la Iglesia, a los que se acercan a la gente necesitada, a la gente humilde, a la gente que trabaja, incluso a los que trabajan para nosotros. Que el Señor nos dé la gracia de entender cuál es el problema. El problema es vivir en casa, pero no sentirse en casa, porque no hay relación de paternidad, de hermandad, sólo existe la relación de compañeros de trabajo”.

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