Francisco inicia su catequesis sobre las bienaventuranzas. Explicó la primera de ellas, que en el Evangelio de san Mateo dice: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.
El Papa señaló que ser pobre “nos libera del orgullo, del exigirnos ser autosuficientes y nos da derecho a pedir ayuda, a pedir perdón. Nos abre el camino del Reino de los cielos”.
Dijo que, por tanto, esta bienaventuranza no solo se refiere a la pobreza económica sino que va más allá, al interior. Es una llamada a la aceptación de los propios límites.
RESUMEN DE LA CATEQUESIS DEL PAPA EN ESPAÑOL
Queridos hermanos y hermanas:
En esta catequesis comenzamos con la primera de las Bienaventuranzas del Evangelio de san Mateo: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos». San Mateo no se conforma con decir pobre, dando al término un sentido puramente económico o material, sino dice “pobre en el espíritu”, es decir, pobre en lo más íntimo y profundo, allí donde todos debemos reconocernos incompletos y vulnerables, por mucho que nos esforcemos.
Paradójicamente es ahí donde está nuestra felicidad, nuestra bienaventuranza, pues negar esta realidad nos lleva por caminos de oscuridad, a odiar y odiarnos a causa de nuestros límites, a tratar de ocultarlos, a buscar con desesperación ser alguien, ser más. Ser pobres nos libera del orgullo, del exigirnos ser autosuficientes y nos da derecho a pedir ayuda, a pedir perdón. Tan difícil pedir perdón. Nos abre el camino del reino de los cielos.
En la humildad, en la oración, encontramos ese camino. Nos podemos delante de Dios y le pedidos que venga en nuestro auxilio, que no tarde en socorrernos, que manifieste su potencia, en el perdón y la misericordia. Es ahí donde Jesús ha manifestado la fuerza de Dios, no en el poder humano, en tener o aparentar, sino en el testimonio de un amor que es capaz de dar la vida y la verdadera libertad.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica. Pidamos al Señor que nos dé la fuerza de reconocernos pobres, de aceptar nuestros límites, de sabernos necesitados de otro. Sólo así seremos capaces de acoger el amor que el Señor derrama en nuestros corazones y sentir la dicha de testimoniarlo ante el mundo. Que el Señor los bendiga.