En el primer domingo dedicado a la Palabra de Dios, Francisco celebró una Misa en el Vaticano, con gestos muy significativos.
Por ejemplo, se utilizó el mismo atril para que presidía las reuniones del Concilio Vaticano II y tras las lecturas se entronizó el Evangelio ante el altar.
En su homilía, el Papa reflexionó sobre el modo de predicar de Jesús. Recordó que el Mesías esperado comenzó su predicación lejos de Jerusalén. Así mostró que Jesús, la Palabra de Dios, no sale al encuentro de las personas en los lugares donde se sienten seguros sino donde hay duda y confusión, para ofrecer una salida.
FRANCISCO
La Palabra que salva no va en busca de lugares preservados, esterilizados, seguros. Viene hacia nuestras complejidades, hacia nuestras oscuridades. Hoy como en aquel tiempo, Dios desea visitar esos lugares donde pensamos que Él no llega.
El Papa avisó también de que la ayuda ofrecida por Jesús se puede rechazar por el miedo a enfrentarse a uno mismo en las zonas oscuras de la vida personal.
FRANCISCO
Cuántas veces somos nosotros quienes cerramos la puerta, prefiriendo mantener ocultas nuestras confusiones, nuestras opacidades y falsedades. Las sellamos dentro de nosotros, mientras vamos al Señor con alguna oración formal, prestando atención a que su verdad no nos llegue dentro. Y esta es una hipocresía escondida.
Al terminar la ceremonia el Papa entregó personalmente la Biblia a 60 personas que representaron distintas categorías.
Entre ellos estaba el científico italiano Antonino Zichichi o futbolistas como el centrocampista de la Roma Nicolò Zaniolo, una de las promesas del fútbol italiano.
Javier Romero