Francisco entró en la Catedral de Santa María para entablar un diálogo con los jóvenes de Japón. Esta pareja le dio la bienvenida.
“Cerca de 900 jóvenes estamos reunidos hoy aquí para escucharle”.
Otros tres jóvenes contaron sus historias a Francisco. Este no pudo contenerse y dio el aviso: iba a improvisar y a decir cosas que no estaban escritas en el guion.
FRANCISCO
Cuando yo digo algo que no está traducido lo va a traducir él. ¿De acuerdo?
Al Papa le impactó la historia de Leonardo. El joven sufrió humillaciones en el colegio. Había compañeros que se reían de él por su sobrepeso y porque era extranjero.
FRANCISCO
Les quiero decir una cosa a todos que les va a servir en la vida. Mirar con desprecio a una persona es mirarla de arriba hacia abajo, es decir, yo soy superior y vos sois inferior. Pero hay una sola manera que es lícita y que es justa de mirar a una persona de arriba hacia abajo para ayudar a levantarla.
También reflexionó sobre el problema del narcisismo. Dijo a los jóvenes que si de verdad quieren crecer deben dejar de vivir para ellos mismos y vivir para los demás; hacerse menos “selfies” dejar más espacio al otro.
FRANCISCO
Se han inventado muchas cosas, pero gracias a Dios todavía no existen 'selfies' del alma. Para ser felices, necesitamos pedirle ayuda a los demás, que la foto la saque otro, es decir, salir de nosotros mismos e ir hacia los demás. Aprendan a hacerse esa pregunta. No 'para qué vivo' sino para 'quién vivo'. Con quién comparto la vida.
El Papa también recordó que entre los presentes había un grupo de refugiados. Pidió a los jóvenes que los miren como hermanos y no como extraños.
Al final del encuentro Francisco recibió un regalo especial: este kimono con frases en varios idiomas, entre ellas algunas como “te queremos”, escrita en español.
Javier Romero