En Nagasaki el Papa Francisco visitó uno de los lugares más sagrados para los cristianos del país, la colina Nishizaka.
Aquí fueron crucificados y martirizados en el año 1596 el primer religioso japonés, San Pablo Miki, y otros 25 cristianos.
Este gran monumento con estatuas a tamaño natural mantiene su memoria y los pone como ejemplo, pues murieron perdonando a sus asesinos.
El Papa puso una corona de flores ante sus reliquias.
FRANCISCO
“Que no sea una gloriosa reliquia de gestas pasadas, bien guardada y honrada en un museo, sino memoria y fuego vivo del alma de todo apostolado en esta tierra, capaz de renovar y encender siempre el celo evangelizador”.
“Que podamos cada día liberarnos de todo aquello que nos pesa e impide caminar con humildad, libertad, parresía y caridad”.
El Papa también recordó ante los restos de los mártires que también hoy miles de cristianos son perseguidos u hostigados por creer en Dios.
FRANCISCO
“Recemos por ellos y con ellos, y levantemos la voz para que la libertad religiosa sea garantizada para todos y en todos los rincones del planeta, y levantemos también la voz contra toda manipulación de las religiones”.
Y como al final se placó un poco la lluvia, antes de marcharse Francisco pudo despedirse personalmente de algunos de los asistentes.
Javier Martínez-Brocal