El Papa se trasladó hasta el otro lugar icono del sufrimiento en Japón, Hiroshima.
Francisco estuvo en el memorial de la paz, en el epicentro de la bomba atómica que el 6 de agosto asesinó a 80 mil personas, y más adelante provocó la muerte de otras 60 mil.
Allí saludó a algunos supervivientes, ya ancianos. Algunos no pudieron contener las lágrimas.
El Papa rezó ante el arco en el que están grabados los nombres de las víctimas.
Luego, todos rezaron en silencio por la paz en el mundo.
FRANCISCO
“Aquí, de tantos hombres y mujeres, de sus sueños y esperanzas, en medio de un resplandor de relámpago y fuego, no ha quedado más que sombra y silencio. En apenas un instante, todo fue devorado por un agujero negro de destrucción y muerte. Desde ese abismo de silencio, todavía hoy se sigue escuchando fuerte el grito de los que ya no están”.
El Papa dijo que venía para recordar a las víctimas de la violencia y con la fuerza de quienes trabajan por la paz. Por eso, criticó a los líderes políticos que hablan de paz pero impulsan la proliferación nuclear como arma de intimidación. Dijo que el miedo no resuelve los conflictos.
FRANCISCO
“Con convicción, deseo reiterar que el uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común. El uso de la energía atómica con fines de guerra es inmoral. Como asímismo es inmoral la posesión de las armas atómicas”.
Francisco escuchó el testimonio de esta mujer, que sobrevivió a la tragedia y en pocas horas vio fallecer a amigos y familiares.
Antes de marcharse, el Papa se acercó de nuevo a los supervivientes y se inclinó ante ellos y ante su dolor. Un gesto para pedir que tragedias como estas no se repitan jamás.
Javier Martínez-Brocal