El Papa viajó hasta una localidad con mayoría de católicos, a unos 40 kilómetros de Bangkok. Se llama Wat Roman a Tha Kham.
Aunque es la segunda parroquia con más católicos del país, cuenta con sólo 18.000 personas.
Le recibieron muy contentos. Los niños lanzaban pétalos al suelo y repetían el mismo grito.
“¡Viva il Papa!”.
Al Papa le hizo mucha gracia uno vestido de cardenal.
Luego, Francisco entró en esta iglesia en la que le esperaban unas mil personas.
Estaban prácticamente todos los sacerdotes y religiosas que hay en el país. Quizá pocos, si se piensa que Tailandia tiene 65 millones de habitantes.
Por eso, el Papa les dio este consejo.
FRANCISCO
“Les pido que, por favor, no cedan a la tentación de pensar que son pocos, piensen más bien que son pequeños instrumentos en las manos creadoras del Señor. Él irá escribiendo con sus vidas las mejores páginas de la historia de salvación en estas tierras”.
El Papa lamentó que en el país se vea el cristianismo como una religión extranjera, y les invitó a buscar la manera de mostrar una fe con rostro tailandés, que -dijo-, es mucho más que una traducción.
También explicó que la clave es el modo de mirar a las personas, siguiendo el ejemplo de Jesús.
FRANCISCO
“Donde muchos veían solamente un pecador, un blasfemo, un recaudador de impuestos, una persona de mala vida, hasta un traicionero, Jesús fue capaz de ver apóstoles”.
“El Señor no nos llamó para enviarnos al mundo a imponer obligaciones a las personas, o cargas más pesadas de las que ya tienen, y son muchas, sino a compartir una alegría, un horizonte bello, nuevo y sorprendente”.
El Papa escuchó las historias de dos de ellos, el obispo, y la joven budista Tee, que se ha bautizado y se prepara para la vida religiosa.
Antes de marcharse, les dejó como recuerdo esta Custodia. El regalo era también una mensaje: la eficacia de su vida se apoya en la oración, y no tanto en la abundancia de actividades.
Javier Martínez-Brocal
