A primera hora de la mañana, el Papa entró en la Governamental House de Bangkok, donde lo esperaba el primer ministro, el general Prayuth Chan-ocha. Es el número 1 de este país de 65 millones de habitantes. De ellos, sólo 390.000 son católicos.
Después de recibir los honores militares, el Papa saludó personalmente a la delegación oficial tailandesa.
A continuación, entraron juntos en el espectacular edificio, con ventanas que se inspiran a las fachadas venecianas.
Primero, el Papa firmó en el libro de honor.
Luego, llegó el intercambio de regalos.
El Papa recibió un juego de paramentos religiosos bordados en el país, y entregó al presidente una selección de sus documentos papales.
A continuación, se reunieron a puerta cerrada.
“Estoy contento de visitar esta noble y bella tierra, y deseo lo mejor”.
Tras el encuentro, entraron juntos en un gran salón para los primeros discursos oficiales, ante representantes de la sociedad y embajadores.
El primer ministro le dio la bienvenida y le agradeció la visita.
En su discurso, el Papa recordó que la palabra “Thai” significa “Libertad”, y que ésta sólo se obtiene si las personas se sienten corresponsables unas de otras, y superan cualquier desigualdad. En concreto, les agradeció sus esfuerzos contra el turismo sexual.
FRANCISCO
“Pienso en todas aquellas mujeres y niños de nuestro tiempo que son particularmente vulnerados, violentados y expuestos a toda forma de explotación, esclavitud, violencia y abuso. Manifiesto mi reconocimiento al gobierno tailandés por sus esfuerzos para extirpar este flagelo”,
El Papa también mencionó la crisis de migrantes, y recordó indirectamente que en el pasado acogió a vietnamitas, y que ahora al país llegan miles de rohinyá desde Mianmar.
Tras concluir, el presidente acompañó al Papa hasta la salida.
Curiosamente, las mujeres iban vestidas de amarillo y los hombres llevaban corbata de ese color. Y es que el amarillo en Tailandia es el color de las ocasiones solemnes y augurio de buena esperanza.
Javier Martínez-Brocal