Después de la misa por la III Jornada Mundial de los Pobres, Francisco se sentó a la mesa con ellos.
Un año más, con motivo de este día que él quiso instaurar en el calendario de celebraciones de la Iglesia, el Papa compartió mesa y mantel con personas sin hogar y marginadas y con migrantes.
Saludó así de cariñosamente a sus invitados de honor. Después, bendijo la mesa.
“Buenos días a todos. Os doy la bienvenida, gracias por estar aquí. Que el Señor os bendiga a todos. Que Dios nos bendiga a todos en esta reunión de amigos, en este almuerzo, y a vuestras familias. Que el Señor bendiga a todos. Gracias. Que aproveche”.
Francisco ofreció a los comensales un menú compuesto por lasaña, pollo con salsa de champiñones, fruta y café. Un sencillo almuerzo, un gesto pequeño que no cambia al mundo pero que quizá sí puede cambiar el mundo de una persona abandonada en las periferias de la sociedad.
Ángeles Conde.