En su homilía en Santa Marta el Papa explicó que llevar una vida cristiana es como aceptar una invitación a la fiesta de Dios. Una fiesta en la que no hay sitio para los que solo viven para proteger o aumentar sus riquezas.
FRANCISCO
Es muy difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos. Pero hay muchos ricos buenos, santos, que no están apegados a la riqueza. Aunque la mayoría está apegada a la riqueza, está cerrada. Y por esto no pueden entender qué es la fiesta. Tienen la seguridad en lo que pueden tocar.
El Papa dijo que quienes llevan una vida demasiado centrada en ellos mismos terminan por aislarse. Dañarán sus relaciones con los demás y con Dios.
EXTRACTOS DE LA HOMILÍA DEL PAPA
(Fuente: Vatican News)
Ante la gratuidad, ante la universalidad de la fiesta, está esa actitud que cierra el corazón: 'Yo no voy. Prefiero estar solo, con la gente que me gusta, cerrado'. Y esto es pecado, el pecado del pueblo de Israel, el pecado de todos nosotros: la cerrazón. 'No, para mí es más importante esto que aquello. No, yo elijo lo que es mío. Siempre lo mío.
Y en el camino de la vida muchas veces nos encontraremos ante esta elección, a esta opción: o la gratuidad del Señor, ir a visitar al Señor, encontrarme con el Señor, o cerrarme en mis cosas, en mi propio interés. Por eso el Señor, hablando de una de las cerrazones, decía que es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos. Sin embargo hay ricos buenos, santos, que no están apegados a la riqueza. Pero la mayoría está apegada a la riqueza, está cerrada. Y por esto no pueden comprender lo que es la fiesta. Tienen la seguridad de las cosas que pueden tocar.
Pensemos en esta parábola que el Señor nos da hoy. ¿Cómo va nuestra vida? ¿Qué prefiero yo? ¿Aceptar siempre la invitación del Señor o encerrarme en mis cosas, en mis pequeñeces? Y pidamos al Señor la gracia de aceptar siempre ir a su fiesta que es gratuita.