“Lo más duro es ver que las personas pasan hambre”, lamenta una misionera en la Amazonía

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22/10/2019
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En Perú existe una Islandia muy diferente a la Europea. Se trata de una ciudad construida sobre palafitos porque está en tierras bajas que se inundan fácilmente. El mismo río que la anega es su única vía de contacto con el resto del mundo. La vida no es fácil en esta ciudad fronteriza aquejada por muchos males empezando por el abandono institucional. Aquí es hasta peligroso enfermar porque puede que la ayuda no llegue a tiempo.

WAGNER ARÉVALO
Médico

“Tenemos dificultad para los traslados de personas que necesitan una atención adecuada. No tenemos los medios para hacerlo. A veces nos falta gasolina, muchas veces personal, medicamentos... ”.

MARÍA EMILIA KUCHE
Misionera
'Lo más duro es el hambre y la no atención a la gente”.

“Estamos con la gente porque es muy sufrida, las personas de aquí están como dejadas de lado. Por eso estamos, para ser una presencia para ellos, para lo que necesiten”.

La hermana María Emilia forma parte de una comunidad intercongregacional de 4 religiosas de distintas ordenes que, junto a un sacerdote, se ocupan de atender a decenas de comunidades, algunas distantes hasta 5 días en canoa. Su trabajo va más allá de la labor pastoral que es más bien escasa por las distancias. Por eso, dice que es casi milagroso que la llama de la fe no se haya apagado en estos lugares que solo pueden visitar una o dos veces al año.

MARIA EMILIA KUCHE
Misionera

“Es un milagro, pero encontramos tantos testimonios de vida que hasta te da vergüenza porque nosotros tenemos de todo y ellos casi abandonados”.

“Es difícil conocer porque hay que estar continuamente. Nuestra pastoral es casi de visita. Se va a estas zonas y punto. Pero hay que ir y quedarse”.

Pese la dificultad para llegar a lugares tan lejanos, las religiosas lo intentan una y otra vez, aunque a veces sea una empresa peligrosa.

MARIA EMILIA KUCHE
Misionera

“Hay quien no quiere llevarnos porque es zona roja. De las comunidades nos vienen a buscar y a traer. Son zonas de coca. Todos están cosechando coca, plantando coca y vendiendo coca. Ellos no la consumen pero la venden para su supervivencia”.

La cocaína, el narcotráfico y la explotación maderera marcan en gran medida el destino de esta región de la cuenca del río Yavarí, especialmente el futuro de los jóvenes. Jaime lo sabe muy bien. Es catequista y psicólogo y visita los colegios de toda la zona para impartir formación cristiana y humana. Intenta convencer a sus alumnos de que vale la pena luchar por un futuro mejor. Pero las oportunidades son escasas y en los aserraderos siempre se necesita mano de obra.

JAIME PIÑA DÍAZ
Catequista

“Nacen para el trabajo, el cultivo, la familia, la madera y la coca. El día que la madera se acabe no sé qué será de esta población”.

“Es una esclavitud en el siglo XXI solo por el dinero. ¿Cómo les tienen enganchados? Trabajan 5 o 6 meses para ganar 3000 reales. Pero, cuando entregan las maderas les dicen que no pueden pagarles los 3000 reales sino que les dan 2.500 o 2000. Los 1000 que quedan se los dejan a deber para el próximo trabajo”.

Por eso, la Iglesia, aunque pequeña en número y recursos, se empeña por estar junto a los más desfavorecidos. Porque trabajar por la promoción social de los habitantes de la región amazónica significa también trabajar por la promoción espiritual de cada uno de ellos.

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