El nuevo cardenal de Luxemburgo, Jean-Claude Hollerich, recibió la noticia de su nombramiento como purpurado con gran sentido del humor.
CARD. JEAN-CLAUDE HOLLERICH
Arzobispo de Luxemburgo
“Me sorprendió mucho porque no lo hubiera imaginado nunca ya que vengo de un país rico, Luxemburgo, que no es un país de periferia”.
Para el arzobispo de Luxemburgo su cardenalato es un signo del interés del Papa por el viejo continente y todo lo que sucede en la Unión Europea. Además supone el reconocimiento de Francisco a su trabajo al frente de los obispos europeos en favor del diálogo entre la Iglesia y las instituciones comunitarias.
Una de sus tareas ha sido precisamente solicitar a estas instituciones un firme compromiso a favor del medio ambiente. Una preocupación personal de monseñor Hollerich quien hace unos días se unió al clamor de miles de jóvenes en las marchas por el clima.
CARD. JEAN-CLAUDE HOLLERICH
Arzobispo de Luxemburgo
“Estaban sorprendidos porque, para ellos, para la mayor parte de la gente en Luxemburgo, la Iglesia es algo lejano. Tienen la idea de que la Iglesia pertenece al mundo de ayer. Por eso, les sorprendió ver que yo marchaba con ellos por el mundo del mañana. Es importantísimo dar esta imagen a los jóvenes, porque tienen una falsa imagen de lo que es la Iglesia. Si no cambiamos nosotros esta imagen que tienen de la Iglesia, no llegarán a conocer el mensaje de Cristo”.
El cardenal está muy volcado en el trabajo con los más jóvenes. Por eso, es consciente de la importancia de escucharlos y de acompañarlos. También en el discernimiento vocacional, sobretodo, en una Europa donde las vocaciones no crecen.
CARD. JEAN-CLAUDE HOLLERICH
Arzobispo de Luxemburgo
“Vale la pena. Yo haría exáctamente lo mismo. Soy muy feliz como sacerdote y puedo decir a todos los jóvenes que vale la pena comprometerse con Cristo”.
Parte de esa vida sacerdotal del nuevo cardenal ha transcurrido en Japón. El jesuita pasó allí 23 años como misionero, un país del que asegura que es necesario aprender una lección.
CARD. JEAN-CLAUDE HOLLERICH
Arzobispo de Luxemburgo
“La armonía. Japón es el país de la armonía y en Europa hay demasiada confrontación. Es necesario buscar el bien común en Europa y en todo el mundo, en armonía con todos”.
Eso también implica la acogida al migrante. Algo en lo que monseñor Hollerich insiste, especialmente, desde su viaje a Lesbos de este año tras el que aseguró que Europa no puede definirse como cristiana si no abre sus puertas a quienes más lo necesitan.