En la catequesis de la audiencia general, el Papa ha recordado cómo los primeros cristianos afrontaron los problemas que surgieron dentro de sus comunidades.
“Las diferencias de cultura y sensibilidad fueron caldo de cultivo para la cizaña de la murmuración y los apóstoles respondieron individuando las dificultades y buscando juntos soluciones”, destacó.
El Papa recordó también la murmuración dentro de aquellas primeras comunidades contra los diáconos Felipe y Esteban.
“Este cáncer diabólico que es la murmuración, que nace de la voluntad de destruir la reputación de una persona, agrede al cuerpo eclesial y lo daña gravemente”, lamentó.
TEXTO DE LA CATEQUESIS EN ESPAÑOL
Queridos hermanos y hermanas:
Seguimos las catequesis sobre el libro de los Hechos de los Apóstoles. Hoy reflexionamos sobre algunos problemas que surgieron dentro de la primera comunidad cristiana.
Las diferencias de cultura y sensibilidad fueron caldo de cultivo para la cizaña de la murmuración y los apóstoles respondieron individuando las dificultades y buscando juntos soluciones.
Distribuyeron las tareas de modo que ni la predicación del Evangelio ni la atención a los pobres se vieran mermadas, y nació así el ministerio de los diáconos que devolvió la armonía entre el servicio de la caridad y de la Palabra.
El mal de la murmuración no sólo se encontraba dentro de la Iglesia, sino también fuera se alzaban reproches contra los nuevos diáconos, entre los que destacaban Felipe y Esteban.
Los enemigos de este último, no teniendo cómo atacarle, lo calumniaron y dieron falso testimonio contra él. Este cáncer diabólico que es la murmuración, que nace de la voluntad de destruir la reputación de una persona, agrede al cuerpo eclesial y lo daña gravemente.
Esteban ante el Sanedrín fue testigo de Cristo, quien ilumina toda la historia de la salvación, y denunció la hipocresía de quienes han perseguido siempre a los profetas enviados por Dios y crucificaron a su propio Hijo. El tribunal decretó su muerte y, como otro Cristo, Esteban la afrontó abandonándose en las manos de Jesús y perdonando a sus agresores.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica.
Pidamos de forma constante la fuerza del Espíritu Santo para poder dar la vida cotidianamente, testimoniando hasta el final el amor de Dios con plena libertad y sin miedo, como lo han hecho tantos mártires en la historia y lo siguen haciendo tantos hermanos nuestros todavía hoy. Que el Señor los bendiga.