La basílica de San Pedro acogió una inusual celebración litúrgica. Recibió a migrantes, refugiados y voluntarios para los que el Papa en persona celebró Misa.
Francisco mantuvo el gesto grave durante toda la ceremonia. Durante la homilía casi se le saltan las lágrimas al enumerar los tormentos por los que pasan los migrantes y refugiados por ser los “últimos”.
FRANCISCO
“Son los últimos porque son engañados y abandonados a morir en el desierto, son los últimos porque son torturados, abusados y violados en los campos de detención; son los últimos quienes desafían las olas de un mar despiadado, son los últimos quienes son dejados en campos de una acogida demasiado larga como para ser llamada temporal. Ellos son solo algunos de los últimos que Jesús nos pide amar y sostener”.
Francisco no entró a valorar las decisiones políticas tomadas con respecto a la migración pero pidió que no se reduzca mínimamente la gravedad de este drama humano.
FRANCISCO
“Son personas, no se trata solo de cuestiones sociales o migratorias. No se trata solo de migrantes, en el sentido que los migrantes son, ante todo, personas humanas y que hoy son el símbolo de todos los descartados de la sociedad globalizada”.
La ONU ha advertido que desde la II Guerra Mundial nunca se había producido semejante número de desplazamientos en todo el planeta: más de 70 millones de personas huyendo del hambre, la miseria y la guerra.
Al terminar la Misa Francisco saludó a todos los participantes en la ceremonia uno por uno. Unas 250 personas en total.