La fiesta de San Pedro y San Pablo se celebra de modo especial en Roma, la ciudad donde ambos apóstoles sufrieron en martirio.
Esta es la celebración en la que el Papa bendice los palios de los arzobispos metropolitanos nombrados en el último año. Es una fiesta que sirve para remarcar la unidad de toda la Iglesia en torno al Papa.
Durante su homilía Francisco explicó cómo fue posible que Dios eligiera a Pedro y Pablo como columnas de la Iglesia a pesar de los graves pecados que cometieron.
FRANCISCO
“Se fió de ellos, de dos pecadores arrepentidos. Podríamos preguntarnos: ¿Por qué el Señor no nos ha dado a dos testigos íntegros, de hoja de servicios limpia, de vida inmaculada? ¿Por qué Pedro, cuando estaba Juan? ¿Por qué Pablo y no Bernabé?”.
El Papa explicó que la fuerza de Pedro y Pablo no estaba tanto en su integridad sino en que eran testigos del perdón. Sabían qué significaba el perdón y por tanto sabían quién era Dios.
FRANCISCO
“Comprendieron que la santidad no está en subir sino en abajarse. No es subir puestos en una clasificación sino confiar cada día la propia pobreza al Señor que hace grandes cosas en los humildes”.
El Papa dijo que esta solemnidad es una buena ocasión para que los cristianos se pregunten si su relación con Dios se parece a la de Pedro y Pablo.
Pidió que se examinen con sinceridad y que cada uno descubra si cree en Cristo o si es simplemente un curioso.
FRANCISCO
“No quiere 'reporteros del Espíritu', menos aún cristianos de portada de revista o cristianos de estadísticas. Él busca testigos que cada día le dicen: 'Señor, tú eres mi vida'”.
Entre los presentes había una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla a quienes el Papa hizo un regalo de incalculable valor. Les entregó, como muestra de fraternidad y cercanía, la reliquia de San Pedro que el Papa Pablo VI había hecho colocar en la capilla de los apartamentos pontificios.
El patriarca Bartolomé apreció mucho este gesto. Su delegado lo definió como “un inmenso paso hacia la unidad'.