La visita de los obispos filipinos empezó con buen pie: con este regalo.
El Papa está dedicando mucho tiempo a las visitas ad limina en este período. A principios de mes se reunió con los obispos de Argentina y ahora con los de Filipinas.
“Os doy la bienvenida”.
Vienen de uno países más católicos del mundo, pero también de un país pobre. El 80% de sus más de 100 millones de habitantes se declara católico y el 40% de la población vive con menos de dos dólares al día según Naciones Unidas.
Además, las relaciones entre Iglesia y gobierno son difíciles. El presidente, Rodrigo Duterte, ha llegado a llamar “inútiles” a los obispos católicos. Estos criticaron su polémica lucha contra la droga que inició en 2016. Prometió “matar” a los delincuentes y lo cumplió hasta el punto de que la ONU denunció olas de ejecuciones sumarias en Filipinas.
Francisco visitó Filipinas en 2015 y el viaje dejó momentos tan impactantes como el de los niños de la calle que, llorando, lamentaron ante el pontífice la indiferencia global.
“¿Por qué Dios permite que pasen estas cosas, si los niños no tenemos la culpa?, ¿y por qué hay tan poca gente dispuesta a ayudarnos?”.
Filipinas, además, es un país muy castigado por los desastres climáticos. Los tifones han causado centenares de víctimas y mucho sufrimiento en el país. A los pocos meses de iniciar su pontificado Francisco convocó a la comunidad filipina en Roma para rezar a causa de la desolación causada por el tifón Haiyán, que dejó a su paso un balance de más de 6.000 víctimas mortales.