El Papa mantuvo un encuentro de oración con los miembros de la comunidad gitana que viven en Roma y en los alrededores.
Fue una emotiva mañana en la que primero Francisco escuchó los testimonios. Por ejemplo el del padre Cristian que explicó al Papa cómo los prejuicios contra los gitanos siguen muy presentes.
CRISTIAN DI SILVO
“Recuerdo que cuando hablé con mis compañeros de seminario lo primero que me preguntaron fue si vivía en una caravana, si pedía limosna y si mi familia iba a Termini a robar carteras...”.
Y le dio esta carta antes de marcharse. Estas madres también hablaron a Francisco de las dificultades por las que atraviesan las mujeres de su etnia.
MADRES
“Es aún más difícil si eres mujer, si tienes pocos recursos, si vives en la periferia más extrema, si eres una mujer rom. Discursos de odio y acciones violentas contra nuestras comunidades son una constante en aumento y esto para nosotros es una profunda fuente de preocupación”.
El Papa reconoció de inmediato el dolor que encierran las palabras de los testimonios que acababa de escuchar.
FRANCISCO
“En ambos testimonios estaba presente siempre el dolor amargo de la separación”.
“A ti en el seminario te preguntaban si pedías limosna, si ibas a Termini...”.
No dudó en animarles y criticó duramente a quienes descartan y clasifican a los demás en base a sus prejuicios.
FRANCISCO
“Hay ciudadanos de segunda clase, es verdad, pero los auténticos ciudadanos de segunda clase son aquellos que descartan a la gente, estos son de segunda, porque no saben abrazar”. “Viven descartando. Viven con la escoba en la mano echando fuera a los demás”.
Les explicó que entendía que pudieran llegar a sentir rencor y les hizo una petición especial a todos ellos.
FRANCISCO
“Y cuando venga el rencor... Dejadlo ir. Después la historia os hará justicia, porque el rencor enferma todo: el corazón, la cabeza, lo enferma todo...”. “El rencor te lleva a la venganza, pero la venganza yo creo que no la habéis inventado vosotros ¡eh! En Italia hay organizaciones que son maestros de la venganza. ¿Me entendéis no?”.
Después llegó el turno de las fotografías y los saludos. Francisco les saludó uno por uno y recibió de su parte decenas de regalos.
Se hizo selfies.
Cantaron para él.
E incluso firmó autógrafos.
