Uno de los últimos encuentros de la Cumbre contra los abusos fue esta liturgia penitencial para pedir perdón a Dios y a las víctimas.
FRANCISCO
“Confiando en tu amor y bondad, te pedimos, que nos des valentía para decir la verdad y sabiduría para reconocer que hemos pecado y que necesitamos tu perdón”.
Después de leer la parábola del Evangelio del hijo pródigo, y de una homilía de un obispo africano, intervino una víctima de abusos.
Es chileno y reside en Alemania. Con la voz entrecorttada, dijo que aún todos los días tiene flashbacks de lo que ocurrió.
“Ahora se ha acabado y puedo seguir adelante. Debo seguir adelante. Si me rindiera ahora o me detuviese, dejaría que esta injusticia interfiera en mi vida”.
Luego tomó su violín e interpretó una composición de Bach para transmitir la esperanza con la que intenta comenzar de nuevo.
A continuación, uno de los cardenales participantes, el español Ricardo Blázquez, leyó un duro examen de conciencia.
“¿Qué abusos contra los niños y los jóvenes se cometieron por parte del clero y por otros en la Iglesia de mi país? ¿Qué sé sobre las personas de mi diócesis que han sido abusadas y violadas por sacerdotes, diáconos y religiosos?”
Después, el cardenal de Wellington, en Nueva Zelanda, John Dew, leyó en nombre de todos la petición perdón.
“Confesamos que obispos, sacerdotes, diáconos y religiosos en la Iglesia hemos ocasionado violencia a niños y jóvenes, y que no hemos protegido a quienes más necesitaban de nuestra ayuda. Kyrie, eleison”.
No estaba previsto un discurso del Papa. Por eso, la ceremonia concluyó simplemente con la bendición de Francisco.