En su homilía de hoy en Casa Santa Marta el Papa invitó a los cristianos a adoptar una actitud valiente y activa en la vida. Explicó que la única manera de crecer y avanzar es “caer y levantarse”.
FRANCISCO
“Podemos preguntarnos: ¿tengo el corazón endurecido?, ¿tengo el corazón cerrado?, ¿dejo crecer mi corazón?, ¿tengo miedo de que crezca? Se crece siempre con las pruebas, con las dificultades, se crece como crecemos todos desde pequeños: aprendiendo a caminar cayendo, de gatear a caminar” “La pusilanimidad es un comportamiento feo en un cristiano, le falta la valentía de vivir. Se cierra... Es pusilánime”.
El Papa recomendó a los cristianos ser menos “obstinados” porque las personas obstinadas se encierran en sí mismas y no dejan espacio para el Espíritu Santo.
EXTRACTO DE LA HOMILÍA EN ESPAÑOL
Podemos preguntarnos: ¿Yo tengo el corazón duro, tengo el corazón cerrado? ¿Yo dejo que mi corazón crezca? ¿Tengo miedo de que crezca? Y si crece siempre con las pruebas, con las dificultades, se crece como crecemos todos nosotros desde niños: aprendemos a caminar cayendo, del gatear al caminar, ¡cuántas veces hemos caído! Pero se crece con las dificultades. Dureza. Y lo mismo, cerrazón. Pero quien permanece en esto… “¿Quiénes son, padre?”. Son los pusilánimes. La pusilanimidad es una actitud fea en un cristiano, le falta el coraje de vivir. Se cierra. Es pusilánime.
La ideología es una obstinación. La Palabra de Dios, la gracia del Espíritu Santo no es ideología: es vida que te hace crecer, siempre, ir adelante y también abrir el corazón a las señales del Espíritu, a los signos de los tiempos. Pero la obstinación también es orgullo, es soberbia. La testarudez, esta terquedad, que hace tanto mal: cerrados de corazón, duros – primera palabra – son los pusilánimes; los tercos, los obstinados, como dice el texto son los ideólogos. ¿Yo tengo un corazón testarudo? Cada uno piense: ¿Yo soy capaz de escuchar a las demás personas? Y si pienso de otro modo, decir: “Pero yo pienso así...”. ¿Soy capaz de dialogar? Los obstinados no dialogan, no saben, porque se defienden siempre con las ideas, son ideólogos. Y cuánto mal hacen las ideologías al pueblo de Dios, ¡cuánto mal! Porque cierran la actividad del Espíritu Santo.
Y con la seducción o te conviertes o cambias de vida, o tratas de hacer un compromiso: un poco de aquí y otro poco de allí, un poco de acá y un poco de allá. “Sí, sí, yo sigo al Señor, pero un poco me gusta esta seducción…”. Y tú comienzas a hacer una doble vida cristiana. Para usar la palabra del gran Elías al pueblo de Israel en aquel momento: “Ustedes renguean de las dos piernas”. Renguean de las dos piernas, sin tener una firme. Es la vida de compromiso: “Sí, yo soy cristiano, sigo al Señor, sí, pero esto lo dejo entrar…”. Y así son los tibios, los que siempre van al compromiso: cristianos de compromiso. También nosotros, tantas veces, hacemos esto: el compromiso. Cuando el Señor nos hace saber el camino, también con los mandamientos, también con la inspiración del Espíritu Santo, pero a mí me gusta esto, y busco el modo de ir por las dos vías, rengueando con las dos piernas.