Cuando el Papa llegó al gran salón de audiencias del Vaticano, lo recibieron miles de peregrinos.
Seguramente atravesar el pasillo central en medio de tanta gente, puede resultar un poco cansado, por eso aceptó de buena gana detenerse para tomar un poco de mate.
Otros le regalaron unas almohadillas, por si quería descansar un poco más, pero no las usó.
También se detuvo con estas peregrinas que le recordaron que está a punto de cumplirse un año de su viaje a Perú, y le cantaron una de las canciones de la visita.
Además, saludó a esta pareja que celebraba su 50 aniversario de bodas.
En su catequesis, reflexionó sobre el episodio del Evangelio en el que los discípulos ven rezar a Jesús y le piden que les enseñe.
FRANCISCO
“Esto consuela, saber que Jesús reza por nosotros, reza por mí, por cada uno de nosotros, para que nuestra fe no se pierda. Y esto es verdad. “Pero padre, ¿sigue haciéndolo?” Sí, sigue haciéndolo ante el Padre. Jesús reza por mí, cada uno puede decirlo”.
Francisco recordó que Jesús enseñó a los discípulos a dirigirse a Dios con la palabra “Padre”, pues Dios atiende cada oración, cuida de cada persona y vela por todos para que todos sean felices.
FRANCISCO
“La oración de Jesús modera las emociones más violentas, los deseos de venganza y rivalidad”.
“¡Cuántas veces hemos pedido y no hemos obtenido nada! Todos hemos tenido esta experiencia. Hemos llamado y la puerta seguía cerrada. Jesús nos aconseja que insistamos y no tiremos la toalla. La oración siempre transforma la realidad. Siempre. La oración transforma siempre. Transforma la realidad. Si no cambian las cosas, al menos nos cambia a nosotros, cambia nuestro corazón”.
Antes de marcharse, recordó que este fin de semana se celebra la fiesta del Bautismo del Señor, y pidió a los católicos que recuerden qué día fueron bautizados, para celebrar todos los años el aniversario.