En el primer viernes de diciembre, el Papa visitó el centro “CasAmica”. Allí le esperaban niños y jóvenes enfermos.
El objetivo del centro es acoger como una familia a los enfermos que se encuentran lejos de casa.
Saludó a todos los niños, y habló con ellos.
“¿Cuándo vuelves a casa?”.
“Mañana”.
“¿Mañana? ¿Estás contenta?”
“¡Sí!”.
“Estoy aquí desde hace tres años. Hago la diálisis en el Hospital Gemelli”.
“¿Y aún no llega?”.
“No... Todavía no”.
El Papa les firmó esta foto para que se acordaran de él.
Después, se trasladó a otra zona de Roma. Allí visitó por sorpresa a doce jóvenes del centro de rehabilitación terapéutica “Il ponte e l'albero”.
Leyeron para el Papa, que escuchó con atención a los jóvenes y a una de las doctoras del centro.
“Es un camino difícil, que luego tiene sus lados positivos. Sobre todo, la decisión de estar todos juntos y de compartir”.
También quiso dar una sorpresa por teléfono.
“¿Hola? Sí. Soy yo, soy yo. Buenas noches, la saludo”.
Y aunque quizá no quería, el Papa puso rumbo de vuelta al Vaticano al más puro estilo de una estrella de rock. Entre gritos, flashes y gestos de admiración.
“¡Viva el Papa!”, “¡Gracias Papa!”, “¡Gracias Papa!”.