En su homilía en Casa Santa Marta el Papa Francisco reflexionó sobre el Libro de la Apocalipsis. Advirtió a los cristianos que no se puede conciliar la vida cristiana con una vida mundana.
FRANCISCO
“Quiere hacer una síntesis que no se puede hacer. Y ambas serán condenadas. ¿Tú eres cristiano? ¿Tú eres cristiana? No se puede mezclar el agua con el aceite. Siempre será diferente. El final de una civilización contradictoria en sí misma que dice ser cristiana y vive como pagana”.
El Papa invitó a los cristianos a abrir su corazón y a distanciarse del paganismo. Les recordó que las grandes ciudades de ahora terminarán si continúan en el camino del paganismo.
EXTRACTO DE LA HOMILÍA EN ESPAÑOL
El sonido de los músicos, de la cítara, de la flauta y de la trompeta, ya no se oirá en ti – ya no habrá fiestas bellas, no… – todo artesano de cualquier oficio ya no se encontrará en ti – porque no eres una ciudad de trabajo sino de corrupción – el rumor de la moledera ya no se oirá más en ti; la luz de la lámpara ya no brillará más en ti; – será tal vez una ciudad iluminada, pero sin luz, no luminosa; ésta es la civilización corrupta – la voz del esposo y de la esposa ya no se oirán más en ti”.
Existe la paganización de la vida, en nuestro caso, cristiana. ¿Vivimos como cristianos? Parece que sí. Pero en verdad, nuestra vida es pagana, cuando suceden estas cosas, cuando entra en esta seducción de Babilonia y Jerusalén vive como Babilonia. Quiere hacer una síntesis que ya no se puede hacer. Y ambas serán condenadas. ¿Tú eres cristiano? ¿Tú eres cristiana? ¿Vives como cristiano? No se puede mezclar el agua con el aceite. Siempre diverso. El fin de una civilización contradictoria en sí misma que dice ser cristiana y vive como pagana.
Hay tragedias también en nuestra vida, pero ante éstas, hay que mirar el horizonte, porque hemos sido redimidos y el Señor vendrá a salvarnos. Y esto nos enseña a vivir las pruebas del mundo, no en un pacto con la mundanidad o con el carácter pagano que nos lleva a la destrucción, sino con esperanza, despegándose de esta seducción mundana y pagana y mirando el horizonte, esperando a Cristo, el Señor. La esperanza es nuestra fuerza: vayamos adelante. Pero debemos pedírsela al Espíritu Santo.