El Sínodo se ha puesto manos a la obra. En la sesión matinal han participado 25 padres sinodales que han intervenido durante 4 minutos. Por primera vez además han puesto en práctica la recomendación que hizo el Papa en su discurso inaugural: guardar silencio durante 3 minutos después de cada 4 o 5 intervenciones. Francisco ha estado presente esta mañana durante estas primeras intervenciones.
En una sola sesión ya se han abordado multiplicidad de temas, desde la inmigración que afecta principalmente a los jóvenes, pasando por la credibilidad de la Iglesia hasta la afectividad y la sexualidad. Todos ellos desde un claro punto de vista.
MONS. CARLOS JOSÉ TISSERA
Obispo de Quilmes (Argentina)
“Este sínodo de la juventud es para refrescarnos con la vida de los jóvenes, con sus inquietudes, con sus cosas nuevas... porque la juventud para nosotros no es una amenaza sino una bendición de Dios”.
Padres sinodales, relatores y auditores coinciden en la sinceridad con la que se ha hablado por primera vez de los distintos temas. No ha habido medias tintas, la realidad de los jóvenes se ha afrontado de frente.
CHIARA GIACCARDI
Colaboradora del Sínodo
“El Papa Francisco ayer en la apertura de los trabajos invitó a todos a la parresía. Creo que su mensaje ha sido acogido. Los padres sinodales han hablado con un lenguaje muy franco. No ha habido retórica, minimizaciones o edulcorantes. Ha habido mucha franqueza”.
Este vietnamita es uno de los 34 jóvenes del mundo invitados a ofrecer su testimonio al comienzo de cada sesión. Dice que los jóvenes necesitan que la Iglesia les ayude.
JOSEPH CAO HUU MINH TRI
Auditor (Vietnam)
“Es urgente para los jóvenes de hoy en día contar con unas líneas maestras. A la luz del Espíritu Santo y la fe, creemos que las enseñanzas de la Iglesia nos pueden ayudar a lidiar con los asuntos que nos preocupan”.
Que la Iglesia recupere su credibilidad de cara a los jóvenes y les escuche es uno de los desafíos principales que debe afrontar este Sínodo. Para ello, los participantes parten de una idea que parecía olvidada, que el propio Cristo también era un joven.