Una de las sorpresas del Sínodo sobre los jóvenes y la vocación son sus patronos. La lista informal lleva el título “Jóvenes testigos” e incluye a personas canonizadas y a otras en proceso de beatificación. Tienen en común vidas apasionantes con grandes ideales.
Por ejemplo, Thérèse Deshade Kapangala. Esta chica del Congo de 24 años se preparaba para entrar en la Congregación de la Sagrada Familia. Pero un domingo participó en unas protestas en la calle y el ejército disparó contra los manifestantes. Ella cubrió con su cuerpo a una niña y le salvó la vida.
También el sacerdote húngaro Janos Brenner, asesinado en una emboscada a los 26 años cuando llevaba la Eucaristía a los enfermos. Era muy apostólico y eso molestaba a los soviéticos.
En la lista hay también muchos jóvenes laicos célibes que buscaron la santidad en sus ocupaciones ordinarias, en su estudio o su trabajo.
Un ejemplo es la española Montse Grases, una apasionada del baloncesto, el tenis, la música y el teatro, que vivió con fe y optimismo contagiosos la dura enfermedad que se la llevó a los 18 años. Se había entregado a Dios en el Opus Dei y su ejemplo arrastró a muchos de sus amigos a descubrir la alegría de la vida cristiana.
Otro héroe es el italiano Carlo Acutis, que falleció en 2006 a los 15 años. Era un chico normal, apasionado de la informática y diseñó varias páginas web. Cuando falleció, en el funeral la iglesia estaba llena de pobres, a los que llevaba en secreto sacos de dormir o comida.
O Gianluca Firetti, perito agrario y futbolista, que a los 18 años descubrió que tenía un tumor. Dejó un ejemplo impresionante de fe y valentía. No se dejó llevar por el rencor hacia quienes no lo visitaban o la envidia a a quienes estaban mejor que él. Escribió un libro con un sacerdote en el que muestra cómo la lucha y la amistad con Dios lo convirtieron en un gigante.
También se propone la historia de Chiara Badano, una adolescente rebelde y generosa que en la Confirmación pidió el don de amar a quien le fuera antipático. Falleció a los 18 años viviendo con dulce serenidad su enfermedad.
También hay jóvenes que vivieron como santos el noviazgo y el matrimonio. Por ejemplo Chiara Maria Bruno, estudiante de Química y Tecnología farmacéutica, que salía con Stefano. Falleció a los 25 años. Jamás perdió la sonrisa y decía que no tenía miedo a la muerte sino a morir lejos de Cristo.
O Carlota Nobile, que estudiaba Historia del Arte y tocaba el violín. Además era escritora y tenía un blog. No era practicante, pero escuchando un discurso del Papa se sintió interpelada y decidió confesarse y tomarse en serio la fe. Falleció en 2013, a los 24 años.
En la lista aparece Chiara Corbella Petrillo, fallecida en 2012. Durante su tercer embarazo le diagnosticaron un tumor, pero decidió no seguir la terapia para no poner en peligro la vida del niño. Se le considera como un ejemplo de que “el amor es más grande que el miedo o la muerte”.