“Muchas gracias por recibirnos”.
“Santo Padre”.
“¿Cómo le va?”
“Felicidades por tus 50 años (de sacerdote)”.
“Muchas gracias. Bueno, 40”.
“Pensé que eran 50”.
“Son 40. ¡Qué gusto verlo! Gracias por recibirnos”.
Así comenzó la reunión de la cúpula de los obispos de Estados Unidos con el Papa.
También asistió el cardenal Seán O'Malley, que preside la Comisión vaticana para la Tutela de Menores.
Sobre la mesa, dos cuestiones espinosas:
Por un lado el informe del fiscal general de Pensilvania sobre abusos publicado en agosto. Detalla que a lo largo de 70 años más de 300 sacerdotes abusaron de un millar de menores. Algunos obispos se han planteado su propia responsabilidad en lo ocurrido, pues no atendieron correctamente a las denuncias de las víctimas. El presidente de la conferencia episcopal pidió al Papa que ordenase una investigación de la Iglesia americana para esclarecer lo ocurrido.
La otra gran cuestión era el informe del ex nuncio en Washington, Carlo Maria Viganò, quien llegó a pedir que el Papa dimitiera supuestamente por no haber tomado medidas contra el cardenal Theodore McCarrick.
Francisco expulsó a McCarrick del cardenalato en julio cuando supo que hace décadas había abusado de menores.
El exnuncio dice que todos sabían que el excardenal mantuvo una conducta impropia y abusó de seminaristas, y nadie (tampoco él) hizo nada.
La carta acusa al Vaticano de permitir redes homosexuales en la Iglesia norteamericana y algunos obispos del país han pedido al Vaticano que aclare estas acusaciones.
Por el momento, el Papa ha tomado una medida sin precedentes: ha convocado a todos los presidentes de conferencias episcopales del mundo a una cumbre en el Vaticano para hablar sobre la protección de menores.