En su catequesis, el Papa invitó a “distinguir entre el verdadero descanso y la evasión”, porque “hoy se intenta evadir la realidad buscando una diversión que oculte nuestro descontento”.
Francisco recordó que el modelo es lo que hizo Dios tras la Creación, o sea, “la alegría de Dios por su creación, que era muy buena”. Por eso, el domingo es una “jornada de contemplación y bendición, en la que acogemos la realidad y alabamos al Señor por el don de la vida, dándole gracias por su misericordia y por todos los bienes que nos concede”.
“El reposo es también un momento propicio para la reconciliación, para confrontarnos con las dificultades sin escapar de ellas, para encontrar la paz y la serenidad de quien sabe valorizar lo bueno que tiene, incluso en el lecho del dolor o en la pobreza”, concluyó.
RESUMEN DE LA CATEQUESIS DEL PAPA
Queridos hermanos:
Hoy reflexionamos sobre el tercer mandamiento: «Fíjate en el sábado para santificarlo». Se debe distinguir entre el verdadero descanso y la evasión, tan común en nuestros días. Hoy se intenta evadir la realidad buscando una diversión que oculte nuestro descontento.
El sentido del auténtico reposo lo encontramos en las palabras del Éxodo: «Dios hizo el mundo en seis días, y el séptimo descansó». Ese descanso es la alegría de Dios por su creación, que era muy buena.
Para nosotros cristianos, el día del Señor es el domingo, y en la eucaristía, que significa “dar gracias”, se encuentra el culmen de esa jornada de contemplación y bendición, en la que acogemos la realidad y alabamos al Señor por el don de la vida, dándole gracias por su misericordia y por todos los bienes que nos concede.
El reposo es también un momento propicio para la reconciliación, para confrontarnos con las dificultades sin escapar de ellas, para encontrar la paz y la serenidad de quien sabe valorizar lo bueno que tiene, incluso en el lecho del dolor o en la pobreza.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina.
Los animo a abrir el corazón a la Providencia divina y a descubrir la profunda verdad del Salmo: «Solo en Dios descansa mi alma»; y que, junto con la Virgen María, acojamos al Espíritu Santo para seguir las huellas de Cristo en el camino de la vida.