Iglesia de Roma muestra el escondite donde refugió a judíos durante persecución nazi

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09/08/2018
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La antiquísima comunidad judía de Roma no escapó de la locura nazi. Tras una gran redada en octubre de 1943, muchos judíos se vieron obligados a vivir escondidos, algunos en iglesias como esta: San Gioacchino, en el centro de Roma.

Su entonces párroco, Marco Antonio Dressino, escondió durante 9 meses a tres judíos en un recoveco del techo. Fue un episodio que mantuvo en secreto hasta que el padre Ezio Marcelli decidió investigar 40 años después.

P. EZIO MARCELLI
“Esta historia ha permanecido oculta durante 40 años. Nadie lo sabía. Cuando llegué a Roma alguno decía: aquí salvamos a judíos. Entonces pensé: quiero entender qué sucedió aquí exactamente”.

Los nazis entraban en las iglesias y realizaban muchos controles y para evitar que los encontrasen optaron por una medida extrema: tapiar la entrada. De esta forma nadie podía entrar ni salir. 

P. EZIO MARCELLI
“Para comunicarse con sus familias ataban sus mensajes a un hilo y los descolgaban por un agujero que había en el techo de la iglesia. Para recibir la comida, la ropa, los periódicos usaban esta ventana a través de la cual podían pasar incluso personas”.

Los refugiados judíos tenían un profundo respeto por los católicos. Por eso, uno de ellos plasmó en las paredes de su escondrijo estos dibujos: el rostro de Cristo coronado de espinas, reflejo del sufrimiento de los tres compañeros; y la dulzura de la Virgen con el Niño, por su especial necesidad de ternura y consuelo en los momentos difíciles.

La angustia también quedó reflejada en esta imagen de un hombre sentado con las manos cubriéndose el rostro. Y es que momentos de tensión no faltaron: un día, mientras el párroco recogía uno de sus mensajes descolgados, entró un grupo de nazis para hacer un control. El sacerdote se lanzó al suelo como si estuviera rezando y los soldados no se dieron cuenta.

P. EZIO MARCELLI
“Los judíos estuvieron a salvo gracias, sobre todo, a cuatro personas: el párroco Antonio Dressino; una monja de origen francés que se llamaba Margarita Bernès, que era muy conocida en el barrio y podía obtener con facilidad comida, ropa o cualquier cosa que necesitaran; también un ingeniero llamado Pietro Lestini, que tuvo la idea del muro para que nadie pudiera entrar. A él le ayudó su hija, estudiante universitaria. Ella se encargaba de llevar las cartas de los judíos a sus familiares”.

En 1995 esta estudiante, ya anciana, recogió a título póstumo el reconocimiento que el Estado de Israel otorga a quienes ayudaron de modo desinteresado a judíos perseguidos. Antonio Dressino, la religiosa Margherita Brenès, Pietro Lestini y su hija fueron reconocidos como “Justos entre las Naciones”.

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