Un miércoles más el Papa se dio un auténtico baño de multitudes mientras intentaba caminar por el Aula Pablo VI.
Francisco centró su catequesis de nuevo en el tema de la idolatría. Tomó como referencia el episodio en el que el pueblo de Israel construye el becerro de oro ante la ausencia de Moisés, que pasaba 40 días en el desierto. Sin un punto de referencia, inmersos en la incertidumbre, se crearon un ídolo a la medida de sus necesidades.
FRANCISCO
“La naturaleza humana, para huir de la precariedad, busca una religión “hecha a medida”: si Dios no se deja ver, nos hacemos un dios a medida”. “Entendemos ahora que el ídolo es una excusa para ponernos a nosotros mismos en el centro de la realidad, para adorar la obra de nuestras propias manos”.
El Papa explicó que el becerro de oro es el símbolo de todos los deseos que dan ilusión de libertad pero que, en realidad, esclavizan.
FRANCISCO
“Todo nace de la incapacidad de confiar, sobre todo, en Dios, de volver a poner en Él nuestras seguridades, de permitirle dar verdadera profundidad a los deseos de nuestro corazón. Esto nos permitiría sobrellevar la debilidad, la incertidumbre y la precariedad”.
Por eso, Francisco insistió en que cuando no se reconoce a Dios como el único Señor, es fácil caer en la idolatría.
FRANCISCO
“Cuando se acoge al Dios de Jesucristo que siendo rico se ha hecho pobre por nosotros, se descubre que reconocer la propia debilidad no es la desgracia de la vida humana sino la condición para abrirse a quien es realmente fuerte. Entonces, por la puerta de la debilidad entra la salvación de Dios”.
Por último, el Papa recordó que, gracias a Cristo, la fragilidad humana no es una maldición sino el lugar donde es posible encontrar la fuerza que viene de Dios Padre.