Se llama Korkiss. Tiene 23 años, es de Costa de Marfil y ha encontrado una familia aquí en Roma.
Nunca imaginó que así acabaría su peligroso viaje desde Libia, hace ya cinco años. Un viaje en el que estuvo varado en el mar durante una semana hasta que lo rescataron. Consciente del riesgo por el que ha pasado, Korkiss agradece vivir ahora días tranquilos en Italia.
KORKISS DIALLO
Refugiado
“Siempre les consideraré mi familia. Me han enseñado cosas que no sabía y me han mostrado lugares que no había visto. Me han ayudado a aprender italiano, a ir al colegio, y a tener una base para salir adelante. Estoy muy feliz de estar con ellos”.
Gracias al proyecto de Caritas “Un refugiado en mi casa”, la familia De Santis han abierto su puerta y su corazón a Korkiss. A pesar de algunas dificultades, como la barrera del idioma o las diferencias culturales, ambas partes se comprometieron a aprender el uno del otro.
En poco tiempo, Korkiss se ha convertido en otro miembro de la familia, y está muy unido a su hermano Tommaso, de 18 años.
TOMMASO DE SANTIS
“Es como un hermano para mí. Hacemos muchas cosas juntos. Por ejemplo, fuimos al Estadio Olímpico a ver un partido de fútbol. Ojalá podamos seguir compartiendo momentos juntos”.
Después de más de un año en la casa De Santis, Korkiss ha aprendido el idioma, ha terminado un curso de cocinero y ha encontrando un trabajo temporal en una pizzería en el norte de Italia.
Ahora ya no vive con ellos, pero intenta almorzar todos los domingos en familia.
MASSIMILIANO DE SANTIS
“Cuando te abres a otra persona, como hicimos con Korkiss, cuando trabajamos para lograr un objetivo, aprendemos a ser mejores juntos y a ser felices en el futuro”.
RAFFAELLA DE SANTIS
“En esta experiencia, a través de la hospitalidad y la vida en familia, nuestros miedos y problemas desaparecen. Por eso, una nación, una comunidad, una sociedad civil que se aventura a mirar la perspectiva de otras personas y llega a conocerlos... siempre sale ganando”.
En un reciente evento de Caritas en Roma, muchos fueron invitados a un almuerzo con refugiados. Para Korkiss y De Santis, ni fue el primer encuentro especial, ni el último.
