Francisco celebró una misa por el quinto aniversario de su primer viaje papal: la isla de Lampedusa, el destino de miles de refugiados que intentan llegar a Europa en un arriesgado viaje a través del Mediterráneo. Desde 2015 murieron ahogadas más de 10.000 personas intentando alcanzar la costa.
El Papa repitió una frase del libro del Génesis que pronunció en Lampedusa. La pregunta que Dios dirige a Caín tras el asesinato de su hermano: '¿Dónde está tu hermano? La voz de su sangre clama a mí'.
FRANCISCO
“Esta no es una pregunta dirigida a otros, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de nosotros. ¡Cuántos pobres hoy son aplastados! ¡Cuántos pequeños son exterminados! Son todos víctimas de esa cultura del descarte que otras veces ha sido denunciada. Y de ella no escapan los migrantes y refugiados, que continúan llamando a las puertas de las naciones que gozan de mayor bienestar”.
Apoyándose en las lecturas del día el Papa recordó el reproche que Jesús dirige a los fariseos:
FRANCISCO
“Es una acusación directa a la hipocresía estéril de quien no quiere ensuciarse las manos. Se trata de una tentación muy presente también en nuestros días que construye muros, reales o imaginarios, en lugar de puentes”.
El Papa dijo que ante el desafío de las migraciones la única respuesta sensata es la “solidaridad y la misericordia”.
FRANCISCO
“Una respuesta que no haga demasiados cálculos pero que exige una equilibrada división de las responsabilidades, una honesta y sincera evaluación de las alternativas y una cuidada gestión. Política justa es aquella que se pone al servicio de la persona, de todas las personas interesadas”.
Entre los presentes había varios refugiados y voluntarios. El Papa dirigió en su idioma unas palabras de agradecimiento a los socorristas provenientes de España por las labores de rescate que realizan en el Mar Mediterráneo. Les dijo que encarnan al Buen Samaritano. Al terminar la Misa saludó uno por uno a las 200 personas que participaron en la ceremonia.