En su homilía en Casa Santa Marta, el Papa explica que aunque sea difícil, uno debe perdonar a sus enemigos.
FRANCISCO
“Nos hará bien hoy pensar en un enemigo – creo que todos tenemos alguno – uno que nos ha hecho daño o que quiere hacernos daño: a él. La oración mafiosa es: “Me las pagarás”. La oración cristiana es: 'Señor, bendícelo y enséñame a amarlo'”.
El Papa explica que, a veces, incluso las pequeñas cosas que no se perdonan hace que las personas se alejen de su familia, de sus amigos y de quienes lo rodean.
EXTRACTOS DE LA HOMILÍA DEL PAPA
(Fuente: Vatican Media)
“Pero rezar por aquellos que quieren destruirme, por los enemigos, para que Dios los bendiga: es algo verdaderamente difícil de entender. Pensemos en el siglo pasado, en los pobres cristianos rusos que por el sólo hecho de ser cristianos eran enviados a Siberia a morir de frío: ¿Y ellos debían rezar por el gobernante verdugo que los mandaba allá? Pero, ¿cómo? Y tantos lo han hecho: han rezado. Pensemos en Auschwitz y en otros campos de concentración: ellos debían rezar por este dictador que quería la raza pura y mataba sin escrúpulos, ¡y rezar para que Dios lo bendijera! Y tantos lo han hecho”.
“Pero cuánta distancia, una infinita distancia entre nosotros que tantas veces no perdonamos pequeñas cositas, y esto que nos pide el Señor y de lo que nos ha dado ejemplo: perdonar a los que tratan de destruirnos. En las familias es tan difícil, a veces, para los esposos, perdonarse después de alguna disputa, o perdonar a la suegra: no es fácil. Para el hijo, pedir perdón al papá, es difícil. Pero perdonar a aquellos que te están matando, que quieren destruirte… No sólo perdonar: rezar por ellos, ¡para que Dios los custodie! Es más, amarlos. Sólo la palabra de Jesús puede explicar esto. Yo no logro ir más allá”.
“Nos hará bien, hoy, pensar en un enemigo – creo que todos nosotros tengamos alguno – en uno que nos ha hecho el mal o que nos quiere hacer el mal o que trata de hacer el mal: en éste. La oración mafiosa es: “Me la pagarás”. La oración cristiana es: “Señor, dale tu bendición y enséñame a amarlo”. Pensemos en uno: todos nosotros tenemos uno. Pensemos en él. Recemos por él. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de amarlo”.