Emocionados y sin terminar de creerse dónde estaban, así llegaron los niños de una escuela de la periferia de Milán al Vaticano para conocer al Papa Francisco.
Lo recibieron con cientos de globos blancos y nada más bajar del coche, el Papa se acercó a hablar con ellos.
Una vez en el aula Paolo VI, el Papa demostró sus dotes con los más pequeños.
FRANCISCO
“¿Sois capaces de guardar silencio?”.
“Y ahora... ¿Sois capaces de armar jaleo?”.
Y así llegó el turno de las preguntas, algunas le parecieron más originales que otras al Papa.
” Quería hacerte una pregunta: ¿Te acuerdas de cómo eran tus profesores?”.
FRANCISCO
“Mi primera maestra se llamaba Estela”.
“Era buena, nos enseñaba a escribir, a leer... Buenísima. Después, cuando salí del colegio siempre me he acordado de ella. Recordar a nuestra primera maestra o maestro es muy importante porque ellos son los primeros que nos impulsaron a ir hacia delante en la vida ¿no?”.
Después vino el momento de los regalos.
“Sois creativos ¿eh? ¡Gracias!”.
FRANCISCO
“Estas cosas son maravillosas porque no habéis ido a comprarlas para luego traerlas. Las habéis hecho vosotros. ¿Lo entendéis? Es importante porque lo habéis hecho con vuestra inteligencia, con vuestras manos y con vuestros corazones y cuando algo se hace estas tres cosas, inteligencia, manos y corazón, es una cosa profunda y humana”.
Antes de irse el Papa quiso bromear con ellos y aseguró que de todas las preguntas que le habían hecho había una en especial que le había encantado.
FRANCISCO
“Había una muy interesante. ¿Queréis que os la diga? Todos habéis hecho preguntas buenas, pero al final, uno que tenía aquí delante me ha preguntado: ¿Pero a qué hora nos dan la comida? Muy interesante esta ¡eh!”.
Tras el buen rato compartido, el Papa los bendijo y les deseó que pasaran una buena tarde. Aunque no le fue fácil nada fácil despedirse de ellos.