El Papa ha enviado esta carta a los católicos chilenos. Es un texto sincero y espiritual, en el que da las gracias a las víctimas de abusos que no se rindieron cuando “fueron teñidas de descrédito”, y pide a los católicos que ayuden a la Iglesia a renovarse.
Francisco reconoce que el principal error en esta crisis ha sido “no saber escuchar a las víctimas”, por lo que se sacaron conclusiones parciales.
En el texto no adelanta ninguna medida concreta ni si expulsará a algún obispo. Pero dice que “La renovación en la jerarquía eclesial por sí misma no genera la transformación a la que Dios nos impulsa. Se nos exige promover conjuntamente una transformación eclesial que nos involucre a todos”.
Por eso, pide la ayuda y la participación activa de los laicos.
Dice que hay que “Generar espacios donde la cultura del abuso y del encubrimiento no sea el esquema dominante; donde no se confunda una actitud crítica y cuestionadora con traición”. O sea, que “El intercambio, la discusión, la confrontación sean bienvenidas” para liberar a las comunidades de “pensamientos cerrados y autoreferenciales que favorecen la cultura del abuso”.
Una invitación a reconocer que el problema del abuso, ya sea sexual, o de poder, o de conciencia, puede estar más arraigado de lo que parece a primera vista, y necesita de la ayuda de todos para resolverse.