Durante el Jubileo de la Misericordia el Papa instituyó lo que ya es una tradición: dedicar la tarde de un viernes al mes a visitar hospitales o a personas necesitadas.
“Santidad, bienvenido a la perifería del mundo”.
“55 minutos”.
“¿Ha visto qué largo es el camino?”.
En esta ocasión visitó un colegio, el Elisa Scala, situado en la periferia de Roma.
El Papa fue recibido por unos 200 alumnos. El colegio nació en los años 50, durante el “boom” demográfico de Italia. La emoción y las lágrimas (00,48) fueron incontenibles.
El Papa asistió a esta actuación de los jóvenes quienes llenaron con sus voces el pabellón del instituto.
El culmen llegó cuando apagaron las luces y cantaron la canción “We are the world”.
Antes de irse Francisco les dedicó estas palabras.
“Que el colegio sea siempre lugar de encuentro, crecimiento y formación. ¿Habéis entendido esto?”.
El nombre del colegio, Elisa, viene de una de sus alumnas, que falleció a los 11 años a causa de una leucemia. Para homenajearla le dedicaron una sala de lecturas cuyos libros han sido donados por particulares de todo el mundo.
Francisco echó mano de sus dotes de profesor para hablar de la lectura.
“Recordando a Elisa, que decía que era amiga de los libros para viajar en millones de lugares. Bonito ¿no? Porque cuando entras en un libro, lees, comienzas a viajar a todos esos lugares de los que habla el libro. ¿Es cierto eso? ¿O son aburridos los libros? ¿Qué pensáis? ¿Son aburridos o no? Pero hay algunos libros aburridos ¿no?”.
Cada libro que donaron a la biblioteca de Elisa tiene una dedicación para ella: llegaron más de 20.000 y la escuela ha tenido que ponerlos a disposición de las bibliotecas del ayuntamiento. En el encuentro estaban presentes los padres de Elisa.