Uno de los escenarios simbólicos del choque entre comunismo e Iglesia católica en Occidente fue Bolonia, la ciudad más comunista del país.
Uno de sus protagonistas fue el cardenal Giacomo Lercaro, que se ganó la simpatía de la gente gracias a su cercanía con la clase popular.
En pleno corazón de la Italia comunista fundó parroquias en las periferias sociales de la ciudad y convirtió el arzobispado en un centro de acogida para jóvenes.
MONS. ERNESTO VECCHI
Secretario del Cardenal Giacomo Lercaro
“Había ocupado todos los espacios, todos, para que cupieran más. Eran unos 70. Por la mañana iba él mismo a despertar a los chicos. Los mantenía como un padre, de hecho llamaba a su casa 'la familia'. El cardenal Montini fue a visitarlo una vez y le dijo: ¿pero cómo hace usted? Yo por la noche me pongo música clásica. Él respondió: mi música clásica son las voces de estos chicos”.
Sin embargo, su gran logro no fue la lucha contra el comunismo sino su capacidad de dialogar con quienes lo defendían. De hecho, a pesar de las profundas diferencias, estableció una entrañable relación con el alcalde de Bolonia, Giuseppe Dozza.
Estos son los detalles que desvela el documental 'Secondo lo Spirito', del italiano Lorenzo Stanzani.
LORENZO STANZANI
Director “Secondo lo Spirito”
“Hice un documental sobre el cardenal Lercaro porque es una historia hermosísima y porque creo que tiene mucho que enseñarnos a todos. Yo soy ateo pero creo que el mundo de hoy necesita mucho de la espiritualidad”.
El profundo estilo social del cardenal le costó duras críticas. Tan duras que algunos aseguran que le llevaron a renunciar en 1968.
La gota que podría haber colmado el vaso fue un durísimo discurso que pronunció tras los bombardeos del ejército norteamericano en Vietnam.
Un discurso que 50 años después retomó el Papa Francisco durante su visita a Bolonia y que decía que la Iglesia no puede ser neutral ante el mal, venga de donde venga.