El Papa celebró una misa en la basílica de San Pedro con los Misioneros de la Misericordia. Regresaron a Roma para un curso de formación del 8 al 11 de abril.
A la Ciudad Eterna viajaron 550 de los 1.000 que fueron enviados en 2016. El Papa les ofreció dos recomendaciones sobre cómo continuar su especial ministerio de perdonar los pecados más graves.
FRANCISCO
“Estos dos aspectos inseparables: el renacer personal y la vida en comunidad. Y entonces, dirigiéndome a vosotros, queridos hermanos, pienso en vuestro ministerio que desenvolvéis desde el Jubileo de la Misericordia. Un ministerio que se mueve en dos direcciones: al servicio de las personas, para que “renazcan de lo alto”, y al servicio de las comunidades, para que vivan con alegría y coherencia el mandamiento del amor”.
Recordó que cada sacerdote debe tomar sus energías del amor de Dios, que deben ser capaces de poner la Cruz de la Salvación en el centro para la conversión de toda la Iglesia.
El Papa también les lanzó una advertencia.
FRANCISCO
“Atención: no se trata de ser sacerdotes “envasados”, como si tuvierais un carisma extraordinario. No. Sacerdotes normales, sencillos, benévolos, equilibrados y capaces de dejarse constantemente regenerar del Espíritu. Dóciles a su fuerza, interiormente libres, sobre todo de vosotros mismos, para podáis ser movidos por el “viento” del Espíritu que sopla donde quiere”.
El Papa terminó su homilía pidiéndoles que vuelvan a salir al mundo a compartir el don de la Misericordia.