Estas piedras forman parte de un lugar clave en los acontecimientos de Pascua.
F. EUGENIO ALLIATA
Arqueólogo, Estudio Bíblico Franciscano
“Es un lugar precioso de la Antigüedad. Es el lugar donde se levantaba la famosa Torre Antonia que se encontraba en la esquina noroeste del templo. Según la tradición era la estancia del procurador romano Poncio Pilato. Y por eso Jesús fue juzgado en este lugar y condenado a muerte”.
En este lugar se erigía la fortaleza Antonia mandada construir por el rey Herodes. Dentro de ella estaba el Pretorio, el lugar donde Poncio Pilato juzgó a Cristo. Y estas losas forman parte del Litóstotros, el mismo suelo de piedra que pudo pisar Jesús cuando recibió su condena y donde fue flagelado, insultado y coronado de espinas.
Era un gran empedrado que cubría el patio central de la fortaleza Antonia donde las Escrituras narran que Pilato preguntó a Cristo si Él era el Rey de los judíos a lo que Jesús respondió, “mi reino no es de este mundo”.
Este sería, por tanto, el comienzo de la Via Dolorosa, el camino que Cristo, con su cruz a cuestas, siguió hasta el Gólgota.
Son los franciscanos los que conservan este espacio y hacen hablar a las piedras a través de sus estudios arqueológicos. El hermano Alliata se ocupa desde hace casi 40 años de velar por que Tierra Santa siga siendo el quinto Evangelio.
F. EUGENIO ALLIATA
Arqueólogo, Estudio Bíblico Franciscano
“La Custodia de Tierra Santa se ocupa de cuidar de muchos Lugares Santos. Se trata de conservarlos desde el punto de vista religioso, es decir, de garantizar que se pueda entrar y rezar en ellos. Se trata además de ocuparse del aspecto del estudio. Es lo que se llama desde hace siglos Ilustratio Terrae Sancte. Es decir, uno de los deberes de los franciscanos aquí es hacer comprender la Tierra Santa”.
Los elementos de esta sala explican las distintas vidas que ha vivido la Ciudad Santa. Por ejemplo, estos son proyectiles de los sucesivos ataques que pudo sufrir la fortaleza. Estas dos inscripciones sobre piedra, hablan de emperadores romanos y están datadas en el siglo I después de Cristo. Este altar romano con laurel es de entre el siglo II y el III después de Cristo.
El lugar se ha preservado durante siglos como el testigo en piedra de la condena a un inocente, víctima de un proceso sumario e injusto.
