La celebración de la Pasión del Señor comienza con este gesto penitente del Papa. Lentamente se tumbó en el suelo de la basílica de San Pedro y allí permaneció en silencio durante algunos minutos.
Los silencios son importantes en esta austera ceremonia en la que la Cruz es el centro y en la que el Papa no hace la homilía. El encargado es el predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, quien se dirigió especialmente a los jóvenes. Les aconsejó mirar a San Juan, el discípulo predilecto de Jesús.
P. RANIERO CANTALAMESSA
Predicador, Casa Pontificia
“La presencia en el Calvario del discípulo que Jesús amaba encierra un mensaje especial: Tenemos todos los motivos para creer que Juan siguió a Jesús cuando era todavía bastante joven. Fue un encuentro personal, existencial'.
Cantalamessa dijo que también hoy es posible encontrar a Jesús y que no hay que tener miedo a la Cruz.
Explicó que la vida cristiana consiste aprender que estar en la Cruz no es incompatible con la felicidad. Dijo que se trata de aceptar ir a contracorriente. Recordó unas palabras del poeta angloamericano Thomas Stearns Eliot.
P. RANIERO CANTALAMESSA
Predicador, Casa Pontificia
“En un mundo de fugitivos la persona que toma la dirección opuesta parecerá un desertor. Significa que hay que separarse del principio mismo que sostiene el mundo: el egoísmo”.
El momento de la adoración de la Cruz es uno de los momentos más conmovedores de esta ceremonia. Ahí con especial intensidad se contempla encarnado el resultado del mal provocado por la humanidad.