Roma espera que en Semana Santa pasen más de 300.000 turistas por sus calles. Muchos serán peregrinos. Buscan vivir una experiencia espiritual particular. Participarán en las ceremonias presididas por el Papa y visitarán lugares como este: Santa Croce in Gerusalemme.
Aquí se custodian supuestas reliquias de la Pasión de Cristo: dos espinas de la corona, fragmentos de la cruz, un clavo y la tablilla donde fue escrita la causa de la condena.
En lugar de “reliquias”, la Iglesia prefiere llamarlas “objetos devocionales”. La mayoría no son auténticas, pero sirven para ayudar a hacerse cargo de cómo fue la Pasión y muerte de Cristo.
“Cuando vengo a Roma siempre paso por Santa Croce in Gerusalemme. Produce un sentimiento particular. Hay tranquilidad, hay paz”.
“Lo que tienen las reliquias es que uno sabe que, además de que la oración es el arma más importante, las reliquias, de por sí, ayudan a uno a estar más cerca de las gracias que quiera alcanzar”.
La leyenda apunta a que Santa Helena, madre del emperador Constantino viajó a Jerusalén para traer las reliquias a la capital del Imperio.
Estas atraen a cientos de peregrinos para quienes contemplarlas les recuerda un mensaje especial.
“Me dan tranquilidad, paz, esperanza. Si Cristo sufrió por mí y por el mundo ¿por qué no debería yo soportar el sufrimiento?”.
Lo cierto es que cada día pasan cientos de personas por esta basílica pero ante la inmensidad de la Ciudad Eterna su presencia pasa muy desapercibida. Quizás esta circunstancia sea una ventaja porque ayudará a contemplarlas con mayor serenidad.