Aunque no tenga el mismo color que la Cruz Roja, esta organización sigue sus pasos y ayuda a todo tipo de personas.
Los voluntarios de la Cruz Verde de Busalla no pasaron desapercibidos en la Audiencia General del Papa Francisco. Sus trajes de color naranja fluorescente se complementaban con una gran bandera blanca con pelícanos plateados en el asta. Un símbolo del espíritu de la misión que se han encomendado.
CATERINA TRAVERSO
Vicepresidente, Cruz Verde de Busalla
“Se trata del altruismo de la madre que da todo por sus hijos, incluso su cuerpo si es necesario”.
Busalla es una pequeña ciudad al norte de Génova y tiene menos de 6.000 habitantes. Unos 80 miembros de la Cruz Verde prestan asistencia médica a la comunidad, principalmente servicios de emergencia y ayuda para visitas médicas de rutina.
Todos tienen otros trabajos: secretarias, artesanos, funcionarios... Pero son también voluntarios. Tienen entre 16 y 80 años y entregan su tiempo libre por el bienestar de los demás.
Después de 100 años de existencia, la Cruz Verde ha podido asistir a la audiencia general y recibir la bendición del Papa. A cambio, el grupo entregó un regalo a Francisco.
CATERINA TRAVERSO
Vicepresidente, Cruz Verde de Busalla
“Le hemos dado un plato de cerámica, que muestra que estamos ayudando a las personas desde el año 1910. En el plato de cerámica estaba pintada nuestra primera ambulancia”.
Aunque la forma de trasladar a sus pacientes ha cambiado con el paso de los años, no ha cambiado el modo de ser voluntarios. Por eso, después de dos días en Roma, regresan a las calles de Busalla, para darlo todo por los vecinos más necesitados.