Al terminar el encuentro con los jesuitas en Lima una mujer puso a prueba los nervios de los guardaespaldas de Francisco. Pasó con gran rapidez detrás de ellos y agarró con fuerza el brazo del pontífice. El Papa ya estaba sentado en el coche que lo iba a llevar a la nunciatura.
Cuando los guardaespaldas entendieron que se trataba de una devota actuaron con total normalidad y hasta con cortesía. Esperaron a que Francisco terminara de atender la petición de la señora y ni le reprocharon el susto.